Putin espera hacer a Rusia grande de nuevo... con la ayuda de Trump

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Reportero A7 | 7 de Mayo de 2024 a las 22:14

Rusia.- Con una entrada triunfal en el salón del Trono de los zares del Kremlin, el presidente ruso, Vladímir Putin, juró este martes un nuevo mandato, el quinto desde que se hizo con las riendas del país en 1999 y que le mantendrá en el poder otros seis años, hasta 2030.

Poniendo su mano en la Constitución rusa, que él mismo reformó para perpetuarse en el poder, Putin juró “respetar y proteger los derechos y libertades del ciudadano”, los mismos que viola sistemáticamente desde que tomó el poder, como comprobó en carne propia el único rival opositor que podría haberle hecho sombra en las elecciones: Alexei Navalni, muerto misteriosamente en una cárcel siberiana.

El nuevo sexenio arranca marcado por algunas victorias militares en Ucrania luego de tres años de guerra estancada (su soberbia le llevó a creer que podía conquistar Kiev en unas 48 horas”), mientras la propaganda del Kremlin censura cuántos soldados rusos han muerto ya en el campo de batalla, que la inteligencia occidental estima en centenares de miles.

“Juntos venceremos”, prometió Putin al pueblo ruso al final de su discurso en referencia a la guerra de Ucrania, para la que ya no se atrevió a poner una fecha, aunque parte de un hecho evidente: difícilmente lo logrará mientras el demócrata Joe Biden siga de presidente de Estados Unidos y sigue enviando ayuda militar multimillonaria a Kiev. Por eso apuesta a que el republicano Donald Trump, un admirador confeso suyo.

Ganar Ucrania ¿con la ayuda de su “tonto útil”?

Como dejó claro en su discurso de investidura, el objetivo prioritario de Putin en este sexenio es ganar la guerra de Ucrania lo antes posible, para lo que no duda en atacar sus ciudades y aterrorizar a la población, con la esperanza de que, si no lo logran sus soldados en el frente de batalla, sean los propios ucranianos, los que, hartos de guerra, fuercen al presidente Volodimir Zelenski a rendirse y a negociar un armisticio que contemple, por supuesto, el reconocimiento de que los territorios anexionados son parte de Rusia, y el compromiso de Kiev de no adherirse a la OTAN bajo ninguna circunstancia.

En caso de que el pueblo ucraniano no quiera o no pueda forzar la rendición de su gobierno “neonazi”, según la propaganda mentirosa rusa, Putin cuenta con que su “tonto útil americano”, Donald Trump, gane las elecciones en noviembre (con la ayuda inestimable de los bules que lancen sus hackers) y cuando el expresidente regrese a la Casa Blanca, en enero de 2025, corte en seco la ayuda militar de EU a los ucranianos, facilitando así que Rusia gane la guerra.

Convertido así en nuevo héroe de la Madre Patria Rusa, Putin —quien no se cansa de decir que el colapso de la URSS y su partición en 17 países diferentes fue “la mayor catástrofe” geoestratégica del siglo XX— es muy probable que se se anime a atacar otras exrepúblicas soviéticas europeas, empezando probablemente con las que cuentan con minorías rusas que usaría como primer batallón de guerra. Entre las que deberían ponerse a temblar estarían la balcánica Moldavia y la caucásica Georgia, ninguna de las dos protegidas por el paraguas de la OTAN, como sí están Polonia, Estonia, Lituania o Letonia (que miran angustiados con un ojo al este a sus antiguos amos moscovitas, y con el otro esperanzados al oeste, de donde debe llegar la ayuda de los aliados en caso de que sean atacados).

Putin sabe (y podría tomarle un día la palabra) que Trump en más de una ocasión ha llegado a decir que EU no tiene por qué acudir en ayuda de un miembro de la OTAN atacado (principio sagrado de la Alianza Atlántica) e incluso ha “animado” a Rusia a que se “encargue” de su patio trasero en el este de Europa, en caso de que los países no paguen lo que deben a la OTAN o no doble sus presupuestos en Defensa.

El nuevo “zar ruso” —cuya carrera meteórica al Kremlin fue impulsada por el sentimiento de humillación y resentimiento por el trato prepotente de EU, la potencia ganadora de la Guerra Fría, hacia Rusia, la perdedora— podría usar la carta de la amenaza expansionista a su favor, negociando con Trump (o con Biden, si el demócrata finalmente gana en noviembre) el compromiso de no invadir otras naciones de la Europa del Este (y alejar así el fantasma de una guerra nuclear contra la OTAN), a cambio del levantamiento de las duras sanciones impuestas contra Rusia.

De ocurrir esto, un día no tan lejano la Historia relataría cómo la falta de visión estratégica de Trump (y su coro de discípulos republicanos) contribuyó a que “Rusia vuelva a ser grande de nuevo”, sin percatarse de que la alianza estratégica del nuevo imperio reconstruido ruso y su alianza estratégica con China (que Putin no tiene la menor intención de romper, ni siquiera para devolverle el favor a Trump), sería la puntilla para acabar con el imperio estadounidense, y con él la civilización occidental construida en las libertades individuales y en sus poderes para impedir o corregir los abusos de un Estado con tentación autoritaria.

De hecho, durante su discurso de investidura el mandatario apeló a la historia y a sus antepasados para arrogarse una misión imperial. “Ellos conquistaron alturas aparentemente inaccesibles. Sabían que solo era posible alcanzar la grandeza con el país y el pueblo unidos. Crearon una potencia mundial, nuestra patria, y sus triunfos nos inspiran”, afirmó, tras aseverar que su búsqueda de la grandeza debe continuar: “Hoy debemos responder ante nuestra historia milenaria, ante nuestros antepasados”.

Diálogo con Occidente, con condiciones

Putin insistió en su mensaje que está dispuesto a dialogar con Occidente “incluso sobre cuestiones de seguridad y estabilidad estratégica”, pero “solo en igualdad de condiciones y respetando los intereses de cada uno”.

“Continuaremos trabajando para formar un orden mundial multipolar”, declaró, subrayando que este orden debe estar basado en un Estado “fuerte” (contrario al individualismo liberal de Occidente) y apoyado en “los valores y tradiciones familiares centenarios, en alianza con el gobierno y las organizaciones civiles y religiosas”.

Esta es, por tanto, el mundo multipolar que vende Rusia (y que le compran los regímenes autoritarios en el mundo: Cuba, Nicaragua, Venezuela, Irán, China y Corea del Norte, además de los nuevos gobiernos golpistas africanos) y es también la hoja de ruta de Putin para este sexenio, en el que profundizará en el adoctrinamiento patriota en las escuela e incentivará a las rusas a tener hijos, tras diagnosticar que la mayor amenaza para su imperio en construcción no es el peligro exterior o la amenaza nuclear, sino la alarmante baja natalidad que sufre Rusia inexorablemente.

INFORMACIÓN: crónica.com




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