La herida que abrió la explosión de 1999

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Arlett Cárdenas | 26 de Septiembre de 2019 a las 09:28

Celaya, Gto. - La herida que abrió la explosión del 26 de septiembre de 1999 en cientos de Celayenses jamás cerró. Es como esas lesiones por quemaduras en donde la piel nunca se reestablece.



Alrededor de las 10 de la mañana de ese domingo cientos de personas realizaban sus actividades habituales en la zona de abastos y la central, cuando las trabajadoras de Abarrotera Celaya vieron como unos cohetes que tenían en una vitrina comenzaron a incendiarse.



A pesar de que en ese negocio un año antes se había detectado que almacenaban de forma ilegal 2 toneladas de pólvora, desde la Tesorería Municipal salió un permiso para la venta de artesanía y juguetería pirotécnica en cantidades menores a 10 kilos, desde el gobierno del Estado también salió un visto bueno firmado por el entonces gobernador Vicente Fox que señalaba: “Comunico que no existe inconveniente alguno por parte del gobierno del estado de Guanajuato para que esa secretaría (SEDENA) conceda a Angélica Vargas Bocanegra con domicilio en Antonio Plaza número 273 colonia Resurrección de Celaya Guanajuato, la autorización correspondiente, el permiso general, en relación a la compra-venta al menudeo de juguetería pirotécnica, sin almacenamiento. 



De acuerdo a sus propios testimonios la vitrina de ese negocio, manejado por Vargas Bocanegra y su esposo Esteban Ignacio Ojeda Ruiz, fue llevada al interior donde se almacenaban de forma clandestina 4 toneladas de pólvora.



Una gran explosión cimbró la zona de Antonio Plaza, las primeras imágenes muestran a la abarrotera devastada y decenas de personas tratando de auxiliar a los heridos, sin imaginar que unos 20 minutos después vendría una segunda y tercera y hasta cuarta explosión que dejarían de forma oficial 71 muertos, para los que fue necesario habilitar como morgue la deportiva Miguel Alemán, porque no había lugar suficiente que albergara los cuerpos, entre ellos el joven Policía preventivo Pedro Ávila García, socorristas de Cruz Roja como Cristina Camarena, Juan Rodríguez Corona y Jesús Revilla Sánchez y Juan Manuel Segoviano de Bomberos y el foto periodista Leoncio Lira.

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Y más de 350 personas lesionadas cuya atención en las primeras horas se complicó por la saturación de hospitales públicos y privados y por la gravedad de sus lesiones.
Además de la onda expansiva que dejó daños a 500 metros a la redonda y cimbró las viviendas de casi un kilómetro a la redonda.


Fue la segunda explosión la más fuerte y la que dejó la zona convertida en un desastre, personas con quemaduras algunos por todo el cuerpo, mutilados, lesiones que los limitaron de por vida, y decenas de cuerpos mutilados ya sin vida entre los escombros y las calles cercanas.


Fue en ese momento donde el policía Pedro Ávila García perdió la vida intentando salvar la de otros.


Un elemento de bomberos que lo rescató aún con vida narró a su madre la señora Juana García que el momento en que lo encontró tenía en brazos a un niño que acababa de salvar cuando la onda expansiva lo lesionó. 


Una foto de ese momento llegó hace unos meses a la vista de la madre, la última foto con vida de su hijo de 20 años que corre con un niño en brazos y una mujer a su lado.



Han sido dos décadas, dice Juana García, se sobrevivir, porque nada puede cerrar la herida que deja ver morir a un hijo.

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“Sobreviviendo porque nunca se va a olvidar que en un lugar había un hijo y que ya no está. Las cosas ya no son iguales, a aparte de que él era muy hogareño, le gustaba estar en la casa.


Tenía 20 años, tuviera 40 años ahora. Llevaba 2 años porque entró de 18 años”.


*Así narra Juana García ese día, uno de pocos en que por asares del destino no dio la bendición a su hijo: 

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“Me había inscrito en la escuela de pastoral y estábamos a punto de salir, le puse una tasa de atole porque nunca me ha gustado que salgan con el estómago vacío. Vi que estaba arreglando su cama pero no pensé que fuera a ser la última vez que lo iba a ver. Siempre se despedía de mí, me daba un abrazo y me decía écheme la bendición, ese día no me la pidió porque yo tenía urgencia de ir a la iglesia porque tenía que estar a las 8 y él también entraba a las 8 y andábamos los dos corriendo. Él se fue a su trabajo y yo a la iglesia”. 


“Regresé a las 11:30 y llegó un compañero herido de su pierna, Álvaro Hernández Roque, me dijo Pedro está herido le tocó la explosión”.


“Me vine corriendo con mi hija que había llegado de visita, dejamos a los niños encerrados, y nos venimos, subí  a quirófano, terapia, urgencias, a todos lados y nadie me daba razón, entonces salí y le dije no encuentro a nadie, y me dijo váyase al seguro y yo investigo dónde está”.


“Había estado en una clínica que está en obregón, le dijeron que no podía salir porque estaba muy delicado, pero aun así lo sacaron y se lo llevaron al seguro, estaba yo sola porque mi esposo en ese tiempo estaba en Estados Unidos. Estaba yo sola con mi hija andaba buscándolo”. 


“Mi hija se fue a cuidar los niños y yo me quedé en el seguro a esperar noticias hasta que me dejaron pasar y lo vi y me dijeron que estaba muy grave, ya no me sacaron, ahí me dejaron hasta que nos mandaron a León”.


“Cuando llegamos allá todos corrían a atenderlo y yo pensaba –aquí van a salvar a mi hijo-, pero no, ya estaba muriendo. A él se le levantó la tapa de la frente, le entró aire por la espalda, tenía muchas arenillas, la onda expansiva fue la que lo lastimó porque como entró a ayudar no pensaron que iba a haber la segunda explosión”.


“Hace poco mi hijo me preguntó cómo me sentía y me enseñó la última foto que le tomaron a mi hijo cuando estaba vivo, traía a un niño en brazos y una señora junto a él, un día me encontré con un bombero y me dijo que a él le tocó levantarlo y traía al niño en sus brazos pero no me supo decir si el niño estaba vivo o muerto, yo estaba con mucho dolor”.


“Él entró a salvar vidas, ese era su gusto ayudar a la gente, él entró a la policía porque le gustaba, desde chiquito decía que iba a ser general, luego ya no quiso trabajar, dijo que al cumplir los 18 años iba a entrar de policía y le gustaba su trabajo, estaba muy contento, por eso el día que lo enterramos se fue con su uniforme de policía porque yo sabía a él le gustaba eso y así se fue”.


“Murió el 27 a la 1:30 de la mañana, estaba muy grave, cuando lo vi me dijeron que estaba en estado de coma y que por eso lo mandaban a León. Cuando yo llegué le hablé al oído y le dije que luchara por su vida, le dije lucha por tu vida, Dios está contigo, tenía la mano abierta y cuando acabé de decirle eso le puse mi mano y él me apretó, se despidió de mí”.


“Mi hermano más grandecito que él avisó de su muerte a toda la familia y cuando yo llegué ya estaba mucha gente en la casa. Las vecinas me dijeron que lo velara en la casa y así lo hicimos”.


*Una explosión que le mutiló una pierna pero no la vida


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Los pasos del bombero Gerardo Arellano están marcados por la tragedia, es evidente el daño al caminar con la prótesis vieja, le lastima la piel porque la ha usado pro 20 años.  Camina lento, su pierna mutilada se va de lado.



Le llevó años y mucho apoyo de sus padres, de su esposa e hijos ver la vida con optimismo.


El bombero había terminado su jornada el 25 de septiembre tras su cumpleaños número 36 y el domingo se disponía a celebrar con su familia mediante una elotada (elotes asados en el campo, preparados con limón y chile en polvo), una pequeña desviación lo hizo encontrarse con la tragedia y siendo su vocación el servicio no podía desentenderse, sino seguir su corazón y ponerse a ayudar.

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Así narró el día de la tragedia…


“Yo una noche anterior acababa de salir de guardia, me acuerdo que en la noche hubo un servicio de unos durmientes y alfalfas concentradas. Iba a festejar mi cumpleaños, íbamos a ir a unos elotes a Jofre y mi mamá que en paz descanse todavía le pregunté si había limón y chile, le dije espérame voy al mercado de abastos, ahí tengo donde comprarlo y ya no regresé”.


“Fui a dejar unas cosas por donde está la termoeléctrica y de ahí alcancé a observar la primer nube (del humo de la explosión) y se cimbró el suelo, yo hablé a Bomberos que qué había pasado y en ese momento me contestaron que había una explosión en la central, les dije que había sido algo grande porque había mucho humo y se veían los papelitos caer, estaba la nube y se veían los papelitos caer”.


“Llevaba mi choche y ahí siempre traía mi equipo de bombero y hay voy, se dice que no era mi guardia, pero el servicio sí era, el que es bombero y todo el que está ahí porque la camiseta la traen bien puesta”.


“Lo primero que encontré fue mucha gente tirada, muchas gentes recogiéndolas, lo sigo diciendo y no se me olvida, como cuando  a uno se le pega un cerillo y se le pone blanco así había muchos quemados. Lo que más recuerdo es que un señor no soltaba su sombrero y lo iban subiendo a una camioneta blanca, lo estaban metiendo atrás para trasladarlo, y ahora las fotos que ve un ahí está esa camioneta, ahí estaba un banco que se llamaba Bancrecer y ahí estaba estacionada y ahí lo estaban subiendo y ahora veo la imagen y o sea que iba herido y falleció”.


“Cuando llegué al poco tiempo llegó el camión de nosotros, teníamos poquito de haberlo estrenado, se llamaba la M3, fue el camión más nuevo que había en esa época. Se empezó a trabajar, en ese momento se tomó la línea del lado derecho y se procedió a lo que se tenía que hacer. Recuerdo bien que Juan Manuel Segoviano me gritó de arriba del camioncito que me salga porque se había tronado la línea y ya no aventaba agua, detrás de mi estaba otro compañero que no traía equipo, yo le decía que se saliera para que no le fuera a pasar nada, y por ahí se sabe que quedó vivo dice que gracias a que le dije que se saliera nada más se lesionó un pie y quedó quemado”.


“Me di la vuelta, estaban tratando de meterse Jorge Lozano, se estaban poniendo un equipo autónomo para poder entrar porque decían que en los baños estaba una muchacha atrapada, en ese momento llegó la segunda explosión más fuerte”.


“Tantito antes de que llegara el camión yo le gritaba que se quitaran porque había mucha gente, iban por enfrente, querían ver todo, les decía que se quitaran porque iba a tronar pero no hacían caso, querían ver qué estaba pasando, la gran mayoría de todos los que estaban ahí perdieron la vida, muchos tratando de sacar gente”.


“Tronó, muy feo, di dos vueltas y caí dentro de donde estaban construyendo una farmacia y recuerdo que había un coche ahí ensartado. ¿Quién me sacó de ahí?, no supe, me arrastré y estaba un cuerpo, seguía tronando más y en ese momento que estaba tirado estaba el comandante Revilla de Cruz Roja. No podíamos movernos, no sé cuánto duramos ahí hasta que llegó un compañero de bomberos Roberto Fernández y me empezó a atender, yo para ese momento me zafé el cinturón y me puse un torniquete”.


“Soy católico y el ángel de mi guarda no se me olvida, pasó bastante tiempo, se oía el lamentadero, gritos de gente que pedía que le ayudaran, también me encontró mi hermano, me cargaron en un diablo amarillo, me envolvieron mi pierna en una caja de cartón, en eso llegó una patrulla, ya venían dos personas más ahí, me montaron y a la vueltecita la patrulla chocó con un autobús, muy leve pues pero nos pegamos fuerte en la cabeza, en ese momento se levantó un guardia de seguridad que venía ahí, su uniforme era rojo y negro, lo único que alcanzó a gritar fue –me quemooo-, yo sentía lo caliente, él volteó, abrió los ojos en grande y falleció”.


“En ese momento metieron a un muchacho que venía todo abierto de la cabeza, yo nada más veía con un ojo. Me traía mi hermano. Nos llevaron a un hospital privado, no nos quisieron recibir que porque había que dejar con qué pagar, un judicial llegó en otra camioneta, le preguntó a mi hermano porque nos dejaron en el pasto, mi hermano le dijo que no nos quisieron recibir, entonces cortó cartucho y exigió que nos abrieran y nos tendieran y ya nos metieran”. 

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A la distancia el bombero y profesor de primaria agradece que la tragedia no le haya arrebatado la vida.


“Han sido 20 años de felicidad, bendito sea Dios estoy con vida, lo que no pasó para muchas de las gentes que fallecieron, pero yo lo sigo diciendo, tengo la felicidad de estar vivo y compartir con todo lo que a mí me gusta hacer y con los que me gusta estar”. 


“Me marcó de muchas formas, primero la convivencia con mi familia, estaban muy chiquitos mis dos niños, pero lo hemos sabido superar, ha habido problemas pero lo hemos sabido superar. El apoyo de la familia es básico, de mis papás. Fue bien difícil para mí adaptarme”.


El Profesor Arellano dijo que en estos 20 años en Presidencia Municipal los ha apoyado con el predial y el agua, y que con las prótesis no han recibido el apoyo de la mejor manera, aunque actualmente están por hacerle una donación que espera le sirva.


“Mi prótesis que traigo ahorita ya no puedo caminar, ya me molesta, una parte que va de silicón se quebró y tengo que ponerle un trapito porque me muerde la pompa, entonces ya mis condiciones de caminar están bien difíciles, tengo que proteger donde voy pisando para evitar una caída”.


* “No lo debemos olvidar”


Para doña Juana García, es una tragedia que no se debe olvidar, y sobre todo no se debe seguir quemando pirotécnia.


“Por eso tantos accidentes que han pasado y la gente no toma conciencia de todo lo que se provoca, tantos años que pasaron y que la gente se olvide de sus muertos, no se vale porque es un árbol del cual dependen todos, hijos que perdieron a sus padres, madres y padres que perdieron a sus hijos, hermanos, esposos”.


“Si ellos siguen vivos porque llevamos la misma sangre mientras uno de nosotros siga vivos ellos siguen vivos porque llevamos la misma sangre”.


“Seguiré insistiendo para que la gente tome conciencia de que es muy peligroso, ya no se cuidan, los papás están delante de los niños echando cohetes. Cada año pido que tomen conciencia, una vez vi a un muchacho quemando cohetes al lado de su niño de 2 años. Y ahí estaba el niño recogiendo las colillas de los cohetes, es una inconciencia”.


Solicitará a la presidenta Elvira Paniagua Rodríguez la colocación de una placa en la zona del siniestro con los nombres de los lesionados.


“Se dice fácil 20 años, pero no se va a olvidar y es lo que me duele que mucha gente olvide y si los olvidamos entonces sí se van a morir, mientras una persona esté de pie y los recuerde y vaya y les rece un rosario o aunque sea un padre nuestro, pero si nadie va entonces sí van a estar muertos y yo me siento con esa responsabilidad porque cuando el profesor Florencio estaba enfermo en silla de ruedas lo visité y me dijo que yo desde aquí los ayudo pero ustedes muévanse allá fuera, usted hágalo, usted puede, como que inconscientemente me estaba dejando ahí”.
“Lo que yo quiero es que se junte más gente y que nos apoye porque no nada más yo perdí a mi hijo, no nada más yo lo recuerdo, ahorita no pedimos mamparas o sillas porque no hay quien las pida, la mayoría de la gente se está yendo, hay varias personas que murieron esperando justicia”.


“Mucha gente murió ahí, no fueron los 70 y tantos, el señor obispo Humberto dijo que cuando fue a la deportiva Miguel Alemán sólo él ahí contó más de 100 muertos, más los que se regaron, más los que salieron fuera, los que no se reconocieron, los que volaron en pedacitos, los que murieron después”.


“Yo le pediría a la señora presidenta de madre a madre que nos hiciera el favor de poner una placa ahí para recordarlos a todos los que cayeron ahí, héroes que se metieron a ayudar, no supimos ni quién ni cuantos murieron, ahora ya pedimos sólo una placa para recordarlos”.


Para el bombero Gerardo Arellano al menos debería regularizarse la quema de pirotecnia.


“Si la gente no quiere hacer caso hay que regularlo pero con el cuidado, ya lo han dicho, papás cuiden a sus hijos, se ha dicho en todos lados con la ayuda de un adulto, hubo varios niños y adultos lesionados de pirotecnia en estas fechas pasadas”.


“Creo que los primeros años de la tragedia aprendimos, pero después no, mientras la gente lo sigue pidiendo se sigue vendiendo”.

*Sin justicia 


Con la tragedia más de 30 mujeres quedaron viudas, al menos 60 niños quedaron huérfanos y más de 15 padres se quedaron sin sus hijos, algunos incluso en calidad de desaparecidos porque en particular el cuerpo de un menor de 14 años que laboraba en la abarrotera nunca fue localizado.


Para los afectados, la justicia nunca llegó. Hoy en día ninguna persona permanece en la cárcel por la tragedia.


Vargas Bocanegra permaneció tan sólo 7 años presa, y a pesar de que la condena la obligaba a la reparación del daño, los afectados no recibieron un peso.


Hay aún personas como el comerciante Leonardo Miguel que requieren atención médica, o Ernestina Lizardi quien perdió a su esposo y único hijo y la salud y aún presenta complicaciones para caminar y para subsistir.


La herida aún está abierta en quienes vivieron la tragedia, en quienes perdieron un familiar, en los que resultaron lesionados, mutilados y sobreviven con el dolor.



26 de Septiembre de 2019

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