El Juez: Capítulo I, Una nueva Era

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Reportero A7 | 31 de Octubre de 2014 a las 11:31

“Toda acción tiene una reacción, buenos o malos, todos los actos repercuten no sólo en quien los realiza, si no en todo lo que lo rodea. A pesar de que suele navegar por diversos caminos y generalmente se oculta detrás de un sinnúmero de caretas, la maldad sólo tiene un fin, saciar el placer banal de quien se pone a su servicio, y es precisamente en ese momento, al tener las manos manchadas de sangre, cuando el demonio que creaste puede tornarse en tu contra, a fin de hacerte pagar por todos los pecados cometidos.


Al verte sumido en la miseria, dolor y desesperanza, te preguntarás de nueva cuenta dónde está Dios, pero tienes que recordar que él no hace tratos con demonios”.

 


Este es un relato ficticio basado en la realidad que se vive en México.

 

 


CAPÍTULO 1


Una Nueva Era

 


El 5 de noviembre de 2009, Carlos García detectó un extraño mensaje debajo de la puerta del inmueble que habitaba, el trozo de papel tenía escrito lo siguiente:


“Antonio Rocha #3345, colonia Los Robles, 00:00 horas, sin compañía, llegó el momento Atte: J”.


La inicial que firmaba el mensaje le resultaba familiar al líder de El Bloque, sin embargo existía la sospecha de que pudiera tratarse de una trampa, por horas meditó la situación, posibilidades, riesgos, pero al final acudió a la cita pactada.


A su llegada, García se percató de que la puerta del inmueble permanecía entre abierta, sólo una tenue luz iluminaba la pequeña casa, cortó cartucho del arma que llevaba y sigilosamente ingresó.


Yo me encontraba sentado en una silla, en el área de cocina, tomaba una taza de café, mi aspecto haraposo le generó desconfianza en un principio, sin embargo García nunca titubeó, tal vez por eso fue elegido.


-Aquí estoy, ¿de qué se trata?, ¿quién eres?-, preguntó.


-Esos cuestionamientos son irrelevantes, aquí la pregunta es si estás preparado, creo que el mensaje fue claro, de lo contrario no habrías venido-, le respondí.


-¿Qué es lo que quieres de mi? -, cuestionó de nueva cuenta.


-Yo nada, pero quien me envió me dijo que hay ocasiones en la vida en que las personas deben de tomar una decisión, o formas parte de la historia, o te conviertes en leyenda, así que es tiempo de que elijas García, o sales por la puerta principal y continúas con lo que has realizado hasta el momento, o entras en esa habitación y haces frente a tu destino, cualquiera opción que elijas será fundamental en el desarrollo de esta guerra, él está consciente de que harás lo correcto-, comenté.


-Él, te refieres a…-, lo interrumpí.


-No hagas más preguntas, es tiempo de que tomes tu decisión-, dije y tras levantarme de la silla me retiré del lugar. 


García meditó por algunos segundos su movimiento, permaneció estático, luego caminó algunos pasos y cuando estaba apunto de salir de la vivienda, de forma abrupta se detuvo y regresó.


Sin titubear, entró en la habitación  y posteriormente  se quedó sin aliento, ante sus ojos se encontraba la armadura del asesino al que tanto le temían los delincuentes, el aniquilador nocturno ahora estaba bajo sus órdenes y listo para combatir, lentamente avanzó, contempló el armamento, cada palmo y borde de metal que recubría al equipo, al tomar el casco entre sus manos un fulgor destellante que provenía de la máscara iluminó la habitación, y un sonido similar a la estática acabó con el silencio que privaba en la atmosfera, era el inicio de una nueva era, habíamos rescatado la ciudad, sin embargo el país necesitaba a El Juez, la guerra tenía que continuar.


Tras contemplar en todo su esplendor al asesino metálico, Carlos García se atavió con la armadura, y al igual que en la primera ocasión que tomé a la  D-78-12-30 Apocalipsis, de inmediato trató de probarla, cada una de las piezas parecía estar creada exactamente para él, El Sistema le pertenecía, ahora era un justiciero, ya no tenía temor alguno, había llegado su tiempo.


De forma rápida puso en acción el armamento, El Sistema desplegó el menú en pantalla y García quedó estupefacto, salió de la habitación y de un golpe partió en dos la pequeña mesa en la que momentos atrás habíamos platicado, volteó la mirada hacia el acceso principal de la pequeña morada y apretó el puño con fuerza, en toda su vida no había tenido tanto poder y estaba ávido de acabar con aquellos que de alguna u otra forma se interponían en su camino.


El metal hacia retumbar el piso a cada paso que daba, de un tirón destrozó la puerta y salió a la calle, lucía desierta, en la escena sólo se podía apreciar un auto compacto completamente desvalijado.


-¡Cañones activados!-, dijo. 


 De forma inmediata una ráfaga de balas cubrió por completo el vehículo y bastaron tan sólo algunos segundos para que explotara.


-¡Esto es a lo que yo llamo poder!, exclamó en tono enfático.


Carlos García estaba sumamente extasiado, no pensaba, sólo actuaba, estaba fuera de control, tal parecía que el espíritu de El Sistema lo estaba dominando, olvidaba su misión y valores, trataba de plantear una situación de guerra donde no existían enemigos.


-¡Lanza cohetes activado!, acabemos con esta madriguera de drogadictos, ¡toda la colonia va a arder!-, gritó mientras apuntaba el cañón hacía una vecindad, tal parecía que esperaba que alguien lo escuchara, había llegado el momento de recordarle quién mandaba, era el momento de constatar que no me había equivocado.


-¡Detente!, ¿qué es lo que estás haciendo García?-, le dije con voz firme.


El Sistema se mantuvo inmóvil durante algunos segundos, era claro que reconocía esa voz electrónica emanada desde el mismo infierno,  luego volteó lentamente la mirada hacía la azotea de la vieja finca donde momentos atrás había tomado la armadura y un escalofrío recorrió su cuerpo.


-¿Tú?, pero entonces, ¿esta armadura?, ¿qué es lo que tratas de probar?-, dijo. 


-No te confundas García, esto no es un juego, existen prioridades comandante, que no se te olvide cuál es la misión, El Sistema no te pertenece, representa sólo un pacto para lograr el objetivo que tenemos en común, no me hagas dudar de la decisión que tomé, ¡baja las armas ahora, o atente a las consecuencias!-, sentencié.


No realizó movimiento alguno, se mantuvo de pie, frente a mí, era una especie de afrenta, una lucha de egos, pero yo no tenía tiempo de dar más explicaciones.


-¡Armas activadas!,- ordené a la D-78-12-30 Apocalipsis.


Las mejoras que había realizado en el equipo de El Juez saltaban a la vista, cual pavo real tratando de marcar territorio, se desplegó el arsenal y reiteré la amenaza.


-Última oportunidad García-, le dije.


-¡Armas desactivadas!-, fue la respuesta.


Sin ocultar mis armas, de un salto bajé de la vivienda y me paré frente a él, sin temor alguno acerqué mi rostro hacía su casco y le dije.


-La primera regla es que nadie está por encima de El Juez, la pena es la muerte, ¿lo entiendes García?; la segunda regla, yo decido cuándo, cómo y qué es lo que hace la armadura que llevas puesta; y la tercera regla es que nadie es imprescindible, El Sistema puede ser manipulado por cualquier persona, ¿me oyes comandante?, ¡ahora estás bajo mi mando y si vuelves a dudar para acatar alguna orden, serás juzgado!, voy a acabar contigo con mis propias manos Carlos, sabes que puedo hacerlo, no somos amigos, no somos compañeros, cuando yo lo decida El Sistema regresará al sitio de donde vino, y nunca más saldrá, ¿entendido?-, cuestioné.


-Si señor-, respondió en tono serio.


-¿Cuál es la misión  señor?-, preguntó.


-Hoy estás de suerte, vas a tener oportunidad de probar el armamento en una situación real,  jefes de plaza de otros Estados participan en una cumbre para tratar de reordenar a Los Célticos en San Miguel de Allende, pretenden instalar su base ahí, tenemos que erradicarlos García-, indiqué.


-A la orden, es tiempo de cazar roedores-, respondió.


Dentro de las mejoras realizadas, mientras sanaba totalmente de las heridas que me había dejado el enfrentamiento con Labatti, El Lobo sufrió cambios significativos.


De ser una simple motocicleta de ataque se convirtió en un vehículo blindado similar a los rinocerontes que utilizaba el Ejército y la Policía de la Federación.


Estábamos en plena guerra y no había por qué ocultarse, todos sabían de mi existencia, El Juez era algo real, y sólo un estúpido le haría frente a la nueva versión de vehículo que había creado.


Al igual que su antecesor era letal, pero a mayor escala, y ahora podría trasladar a varios pilotos con armaduras en su interior.


La reunión de narcos se celebraba en un antro cercano a la parroquia de San Miguel Arcángel, no fue difícil localizar el sitio exacto, algunas cabezas rodaron antes de conocer a detalle el movimiento en el sitio.


Con la muerte de Luis Labatti, Tony Jhasmany Villada, alias El Emperador, líder único de Los Célticos, buscaba revancha, estaba sediento de venganza y requería de un elemento que aportara confianza y liderazgo a la organización en territorio guanajuatense.


El Emperador no había asistido a  la cumbre, en su representación se encontraban sus hijos Jonatan y Esdras, desde hacía varios años, los gemelos dominaban parte de los  movimientos de la organización y el trasiego de la droga en la frontera con Estados Unidos, no eran unos novatos.


Bajo su piel blanca, ojos de color y cabellos rubios, se ocultaban verdaderos asesinos seriales, se rumoraba que tenían lo que le faltaba a su padre, y sólo era cuestión de tiempo para que ocuparan el trono de Los Célticos.


Carecían de escrúpulos, mujeriegos, drogadictos y  bebedores compulsivos, propietarios de la mayoría de los casinos instalados en territorio nacional, nada los detendría para lograr sus objetivos, ni siquiera Tony Jhasmany, él lo sabía y estaba orgulloso de sus retoños, eran su máxima creación.


Con ellos se encontraban Gerardo Solís, alias “El Puma”, y Ricardo Rosales, alias “El Cara de Niño”. Tras ver opacados sus sueños como músicos, fueron reclutados y entrenados por los gemelos Villada, ambos constituían una seria amenaza, al igual que sus patrones no diferían entre el bien y el mal, sólo saciaban sus necesidades, cualquiera que fuere, disparaban balas y cercenaban cabezas por diversión.


Entre los delincuentes existían leyendas urbanas donde se narraba que en diversas ocasiones, al encontrarse sumamente drogados, los gemelos, El Puma y El Cara de Niño, habían cocinado y posteriormente devorado a varias de sus víctimas, ya que pensaban que de esa forma trascenderían de este plano hasta convertirse en inmortales, Jonatan y Esdras, confiaban ciegamente en estos hombres.


El cinturón de seguridad de los gemelos se completaba con René “La Rana” Almaraz y Pedro Jaraleño, alias “El Tianguista”, halcones experimentados en el uso de armas y manejo de sicarios, ellos controlaban el pago de extorsiones por derecho de piso en los Estados donde existía presencia de Los Célticos.


La plana mayor de la agrupación estaba cobijada por los jefes de plaza de Jalisco, Nuevo León, Tamaulipas, Zacatecas, Sinaloa, San Luis Potosí, Querétaro, e inclusive, disidentes de otros cárteles.


En la información aportada, también se estableció que entre los invitados a la reunión  se encontraba Enzo Franxesco, con él tenía una vieja afrenta que saldar, había logrado escapar en el enfrentamiento con Labatti, lo había dejado prácticamente sin una pierna, ahora era una presa fácil.


-No será  una grata  bienvenida-, le dije a García.


-Estoy preparado, no podemos dejar a nadie en pie, es inútil que traten de hacernos frente, en su momento los acabaste sólo con una armaduría, ahora estás acompañado, vamos a exterminarlos, esos cabrones van a desear nunca haber nacido, vamos a cobrarnos todas las que han hecho-, respondió.


García me recordaba aquel ímpetu que yo mostraba al principio de la batalla, era como mirarme en un espejo, sin embargo tenía que verlo en acción para corroborarlo.


Nos encontrábamos a pocas calles de la parroquia cuando fuimos interceptados por un fuerte retén de seguridad compuesto de sicarios, así como soldados y policías pagados por el narco.


El Lobo detuvo su trayecto y tras abrir una de las puertas bajamos de la unidad.


-¡Armas activadas!, ordenamos al unísono.


-¡Lanza misiles!-, dijo Carlos.


-¡Cañones activados!, lo secundé.


Sin piedad alguna nos abrimos paso entre los agresores, como en otras tantas ocasiones, los cuerpos inertes caían a nuestro paso, completamente despedazados por las balas.  


García mostraba un control sorprendente de la armadura, en el trayecto le había explicado el funcionamiento de las armas con que contaba, sin embargo parecía que había librado cientos de batallas vistiendo a El Sistema.



-¡Relámpago!- gritó el comandante tras arribar al punto donde se concentraba el grueso del retén, y de forma inmediata decenas de hombres perecieron tras recibir la descarga eléctrica.


Continuamos la avanzada, las calles se hacían cada vez más cortas, con El Sistema a mi lado, el esfuerzo era menor y el impacto devastador.


-¡Nos están atacando!-, dijo La Rana Almaraz luego de arribar corriendo al sitio donde se reunían los narcos.


 

-¿Qué?, ¿quién chingadas madres puede intentar chingarnos güey?-, dijo Jonatan Villada.


-Es ese cabrón al que le dicen El Juez, pero está acompañado de alguien más, se le parece mucho, también trae disfraz, están partiéndole la madre a nuestra gente, ya están a dos calles de aquí-, respondió


-Je, je, ¿disfraz?, no mames pendejo, ¿y esas chingaderas qué?-, preguntó Esdras Villada.


-Utiliza una especie de blindaje, es una armadura señor, es de quien le hablaba a su padre, al otro no lo conozco, El Juez es quien le dio cuello a Luis Labatti y a toda su familia, es el pendejo que envenenó la droga y nos dio en la madre allá en Villa de la Purísima Concepción, no podemos tomarlo a la ligera, a mi me dejó este recuerdito, estuvo a punto de matarme-, comentó La Sombra mientras le mostraba una prótesis metálica instalada en su pierna derecha, misma que lo mantenía en pie.


-¿Entonces es ese cabrón?, pues si lo conoces tan bien Franxesco, dale un buen recibimiento ¿no?, ¿o vas a seguir espantándonos con esos cuentos de niños?, demuéstranos por qué  puedes ser importante para Los Célticos, aquí está la gente, vamos, danos un buen show-, respondió en tono sarcástico Esdras Villada, mientas encendía un habano.


-¿Quiere que acompañemos a los hombres señor?-, preguntaron El Puma y El Cara de Niño.       


-No, dejemos que La Sombra compruebe la fama que lo antecede, ¿o ya con esa piernita de metal no te puedes mover igual?, respondió Jonatan Villada mientras miraba de manera burlona a Franxesco.


-Mi rendimiento es óptimo, déjelo en mis manos-, indicó La Sombra.   


-¡Tomen todo lo que puedan, vamos a darle en la madre a esos pendejos!-, ordenó Enzo al grupo de sicarios que comandaba y posteriormente salió de la habitación.


-Rana, vete con El Tianguista y échale un ojo al lisiado, no vaya a ser que se lo chinguen y todavía nos es útil,  necesitamos que su gente trabaje para nosotros, la consigna es hacernos más fuertes, hay que ganarnos su confianza-, dijo Jonatan Villada.


-Espera un poco, yo no vine aquí para ser un simple espectador, quiero ver cómo son  esos pinches robots o enmascarados que dicen, todos les tienen miedo,  ¿no te da curiosidad?, anda, puede ser divertido-, interrumpió su gemelo.


-Cabrón, tú siempre queriendo meter la verga donde no te llaman, pero tienes razón, hay que hacer un poco de ejercicio,  El Puma y La Rana, vienen conmigo, llévate a El Cara de Niño  y a El Tianguista, vamos a dividirnos, si logras joder a alguno de los supuestos demonios yo invito el alcohol,  si no, tú te pones con las viejas y el polvo, ¿estamos?-, cuestionó Jonatan.


-A eso me refería carnal, tal parece que puedes leer mi mente-, respondió Esdras.


Con la estratégica delineada, los gemelos Villada y sus hombres abandonaron el inmueble y fueron en busca de su primer encuentro con los asesinos de narcotraficantes.


En el exterior, se incrementaba el número de muertes a cada segundo que pasaba; estábamos cerca del lugar donde se reunía la elite del narcotráfico cuando pude observar a La Sombra, de inmediato Franxesco supo que esto era personal, ese hombre deseaba tanto o más que yo terminar lo que meses atrás habíamos empezado, a diario recordaba ese enfrentamiento mientras observaba la prótesis de fibra de carbono en su pierna.


Su gente se dispersó en la calle, sin embargo La Sombra tomó las armas que llevaba consigo y  tras iniciar el ataque comenzó a correr hacía el punto donde me encontraba, en sus ojos había una rabia indescriptible, poco le importó la presencia de El Sistema combatiendo a mi lado, él estaba listo para morir, y yo no podía desaprovechar la nueva oportunidad que se me presentaba para exterminarlo.


- ¡Franxesco es mío!, ve por sus hombres-, le dije a García.


- ¡Si se interpone en mi camino morirá!-, respondió al tiempo en que dirigía sus cañones contra los hombres que trataban de tomar posiciones idóneas para no ser un blanco fácil.


La Sobra disparó una granada en mi contra, a pesar de que había perdido una de las extremidades se movía con sorprendente rapidez, tal parecía que el odio que habitaba en su interior lo había hecho aún más fuerte, y las balas no lograban impactarlo a pesar de los intentos que realizaba.


En un determinado momento y tras el estallido de un misil disparado por El Sistema perdí de vista a mi objetivo, y segundos después el hombre se encontraba parado delante de mí.


-Acabemos esto como hombres, te voy a asesinar con mis propias manos-, dijo mientras sacaba un sable de su cacha.


Sin emitir palabra, respondí a la petición sacando el sable que llevaba en la espalda, por algunos segundos nos estudiamos, sólo nos separaban algunos centímetros y tras emitir un grito de furia se abalanzó en mi contra.


El mercenario era un hombre sumamente diestro en el manejo de armas, de no ser por que portaba la armadura me hubiera causado varias heridas mortales en pocos segundos.   Yo estaba limitado en este tipo de arte, el sable que portaba había cercenado decenas de cabezas, pero nunca había combatido cuerpo a cuerpo.


En ese punto, ambos nos olvidamos de lo que existía alrededor, no escuchábamos los disparos, explosiones y gritos de dolor que emanaban de la batalla, éramos sólo él y yo.


Franxesco logró eludir un corte que iba directo a su garganta,  y de un giro logró conectarme un golpe certero en la pierna derecha.

 

 


La  fuerza que había impreso a mi ataque, combinada con el impacto del sable que portaba La Sombra provocaron que cayera  de espaldas, y tras realizar un movimiento acrobático clavó el filo de su arma en mi pecho.


El hierro forjado del arma penetró la coraza, y de inmediato el hombre apoyó su peso en el mango, no pude evitar emitir un grito de dolor  al sentir  como el filo del sable penetraba mi piel.


De inmediato aprisioné su cuello con mis garras, Franxesco comenzó a sangrar, sin embargo no cesó en su intento por acabarme, y con el poco aire que le quedaba en el cuerpo me dijo:


-Te llevaré conmigo al infierno, ¡esto se acaba ahora!-.


Tras emitir la amenaza, realizó un movimiento hacia atrás y justo cuando se aprestaba a dejar caer por completo su peso sobre el arma, fue proyectado al menos dos metros sobre el asfalto, luego de que El Sistema le asestara un golpe.


-¿Qué haces?, esta es mi batalla, retírate-, le ordené.


No respondió, tal parecía que García nuevamente estaba poseído por el espíritu de la armadura, avanzó hasta estar frente a La Sombra y tras mirarlo fijamente, abrió sus manos como si intentara  desplegar El Relámpago.


De inmediato me incorporé, retiré el sable que estaba clavado en la coraza y nuevamente reiteré la orden.


-No es tu batalla, aléjate, Franxesco es mío-, sin embargo García permaneció estático.


A lo lejos, los gemelos Villada y sus escoltas vigilaban las acciones, estaban impresionados con el desempeño y poder destructivo de las armaduras, pero más aún con la muestra de valentía que había mostrado La Sombra.


-Dénle una mano a Franxesco-, dijo Jonatan.

 


De inmediato, El Puma tomó un lanza misiles y tras apuntar contra el rostro de El Sistema lanzó un disparo perfecto, por lo que de forma inmediata García cayó al piso.   Tras el impacto, La Sombra encontró el momento preciso para escapar, y de inmediato sobrevino un segundo disparo que efectuó La Rana.


El Sistema quedó envuelto en llamas, por un instante pasó por mi mente el tratar de ir tras Franxesco, sin embargo, García probablemente se encontraba mal herido, así que decidí ir en su apoyo, ahora había encontrado la desventaja de luchar al lado de alguien.


Desplegué la ofensiva hacía el punto donde permanecía el grupo de agresores, quienes de inmediato se dispersaron e inició un nuevo enfrentamiento. El Sistema estaba inconsciente, a merced del enemigo, no podía permitir que acabaran con su vida, aún restaba mucho por hacer.


Al ser un blanco fácil recibí castigo por parte de los sicarios, así que puse en operación el escudo que portaba en mi equipo y cubrí la armadura que vestía García, esto con el fin de brindar protección al aliado y para poder tener mayor movilidad.


-¡Misiles activados!- ordené.


De inmediato los proyectiles surcaron el cielo y comenzaron a causar estragos en la gente de los gemelos Villada y personal de La Sombra.


-Esas cosas funcionan a base de electricidad ¿no?-, le dijo Esdras a El Cara de Niño y a El Tianguista.


-Aparentemente jefe, las armaduras son de metal, puede que operen con electricidad-, respondieron.  


-Hoy estoy de suerte, sabía que iba a poder utilizar esto-, manifestó Esdras Villada, al momento en que tomaba entre sus manos una especie de bazuca.

 

-Esto no dispara balas, pero magnetiza todo lo que esté hecho a base de metal, veamos si estos cabrones están preparados para pelear con tecnología-, señaló nuevamente mientras miraba de reojo la batalla.


Segundos después, el hijo de El Emperador se recargó sobre un vehículo y disparó el artefacto, en primera instancia sentí un fuerte golpe a la altura de la espalda, luego perdí el control de la armadura, lentamente y contra mi voluntad, el equipo fue atraído al piso y El Juez quedó inoperante.


-¡A eso me refería!, ¡ya valiste madre pendejo!, ¡acaben con él! -, ordenó Esdras.


Decenas de sicarios que aún se encontraban en el antro donde se realizaba la cumbre salieron para acatar la orden, misiles, granadas y balas, causaron daños severos en la


D-78-12-30 Apocalipsis, me encontraba acorralado y sin poder moverme.


Tras realizar un esfuerzo sobre humano, traté de incorporare, sentía que las rodillas se me despedazaban, la fuerza de atracción que generaba el artefacto en la armadura era indescriptible.


-¡Cañones activados!-, ordené, pero los sistemas estaban fuera de control.


Cuando estaba apunto de ponerme en píe, un fuerte estallido me proyectó nuevamente hacía el piso, sentía que el final estaba cerca, sin embargo realicé un nuevo intento por levantarme.


-¡No te lo voy a permitir!-, dijo Esdras Villada y nuevamente realizó un disparo en mi contra.


Para entonces, la armadura me pesaba como si llevara a cuestas varias toneladas de metal, no podía incorporarme, El Sistema aún permanecía inconciente, y sólo era cuestión de tiempo para que los sicarios completaran la obra.


Al percatarse de que me encontraba desarmado y sin oportunidad de moverme, los lacayos de los gemelos Villada tomaron confianza e iniciaron la avanzada, paso a paso, a cada segundo se encontraban más cerca de mí.


-¡Lanza granadas activado!-, no obtuve respuesta.


Desde el punto donde me encontraba, ya podía observar a plenitud los rostros de los enemigos, sonreían, saboreaban el final de las armaduras, estaban seguros de que no podría hacerles frente, estaban a punto de acabar con el enemigo al que todos temían, derrotándolo tan fácil como quitarle un dulce a un niño.


-¡Vamos Alejo!, ¡levántate hijo de puta!-, me decía a mí mismo, pero todos los esfuerzos que realizaba resultaron en vano.


Estaba resignado a morir, cuando vino a mi mente una idea para acabar de un solo golpe con los agresores. El Relámpago, no se trataba de un arma, era un impulso que emanaba de la armadura, no tenía que desplegar armamento, los sicarios ya se encontraban a pocos metros y sólo era cuestión de emitir la orden.


-¡Relámpago a máxima potencia!-, indiqué.


La respuesta no se hizo esperar, el magnetismo y electricidad concentrada maximizaron el poder de la descarga, tal parecía que una planta de luz había explotado, y de inmediato los hombres que me atacaban cayeron muertos.


Al poner en funcionamiento El relámpago, se extinguió el efecto del arma disparada por Esdras Villada, estaba sumamente diezmado, pero aún así me levanté y reinicié el ataque.


-¡Lanza misiles y cañones activados!, ¡máxima potencia!-, ordené.


Estaba en una situación prioritaria y deseaba con ansias acabar con todo lo que se interpusiera a mi paso, así que antes de que Esdras pudiera realizar otro disparo inundé el punto donde se encontraba con misiles, por lo que no le quedó otra opción que huir.


Al ver esto, Jonatan y sus escoltas emularon la acción, en pocos segundos el área quedó desierta, y sólo prevalecía el fuego, sangre y cuerpos tirados sobre el asfalto.


La armadura aún presentaba algunas fallas, estaba herido y restaba conocer el estado de salud en que se encontraba García, por lo que fue imposible iniciar una persecución, y al final  los gemelos y Franxesco lograron huir.


Regresé al lugar donde yacía El Sistema, y tras realizar un análisis, la D-78-12-30 Apocalipsis reveló que el piloto sólo presentaba algunos golpes, nada de gravedad.


Aún estaba extrañado por el efecto que había causado esa arma que portaban los gemelos, me aproximé hasta el punto de donde habían realizado el ataque y pude recoger algunas piezas del artefacto, había quedado inservible tras la explosión de los misiles, sin embargo necesitaba conocer a la perfección sus componentes, era un arma sumamente peligrosa para El Juez.


Más tarde arrastré el cuerpo de García hasta abordarlo en El Lobo, y reiniciamos el trayecto a Villa de la Purísima Concepción, la misión había resultado un fracaso y ahora el enemigo sabía que contaba con armamento para hacer frente al asesino de narcotraficantes.


Kilómetros adelante, dentro de un vehículo con destino a la Ciudad de México, Jonatan y Esdras Villada se congratulaban de los resultados obtenidos, sabían que habían dado un paso importante en la guerra.


-No son indestructibles, mi padre nunca los vio en acción y  sólo temía de lo que contaba Labatti y su séquito de pendejos, fue más fácil de lo que esperaba, El Juez  sólo se trata de un mito, él sabe perfectamente que está acabado -, dijo Esdras mientras miraba a Jonatan.    


-Perdón señor, pero murieron muchos hombres, siento que no hay nada que festejar, no logramos nada, ellos saben que intentábamos asentarnos en San Miguel de Allende, ahora estaremos bajo constante vigilancia, son demasiado fuertes-, indicó Franxesco.   


-Sólo por que demostraste mucha valentía al enfrentarte cuerpo a cuerpo con uno de ellos no te corto la cabeza, nunca me interrumpas Franxesco, las muertes estaban planeadas, ¿creías que la reunión era para instalar una base?, así trabaja la vieja escuela mi amigo, sólo queríamos ver el potencial con el que cuenta ese hombre al que tanto le temen, nosotros tenemos nuevas ideas, controlaremos el país sin realizar grandes movimientos, ¡esta es una nueva era!-, respondió el capo.


-Pero ahora son dos armaduras vigilando la calle-, indicó La Sombra.


-No creo que lo puedas llegar a entender Franxesco, lo único que debes saber es que eres de suma importancia para la organización, se avecina una rebelión, y  tú serás una pieza fundamental para lograr la victoria, estás en el equipo ganador, hemos encontrado al hombre que buscábamos para lograr el objetivo que perseguimos-, respondió Jonatan.


-Señores, brindemos por la nueva era de Los Célticos, brindemos por la caída de  El Juez-, dijo Esdras mientras alzaba una copa.   


La unidad se alejó a toda prisa escoltada por otros vehículos, a los gemelos los rodeaba un alo de maldad, y La Sombra aún no entendía lo que estaba ocurriendo.


El trayecto a casa fue lento, me sentía decepcionado, García no había sido la mejor opción para portar a El Sistema, me había equivocado al plantear la estrategia de contar con un aliado en esta guerra, era tiempo de reordenar las prioridades, era claro que García podría convertirse en una amenaza, el poder lo cegaba.


Al llegar a la vieja hacienda, despojé de la armadura a Carlos, mientras lo hacía, el hombre despertó de su letargo, aún portaba  algunas piezas de El Sistema, sin embargo yo me encontraba equipado y armado para cualquier situación que se presentara.


-¿Qué pasó?-, dijo el comandante.


-¡Casi lograste que nos mataran García!, eres un pendejo, no mereces portar esa armadura, claramente te dije que el desacato se castigaba con la muerte, nadie está por encima de mí, ¿lo oyes?, ¡nadie!-, respondí.


- Franxesco estaba apunto de matarte, debes de darme las gracias, pude haberlo asesinado con mis propias manos y no lo permitiste, te estás ablandando, no eres el mismo de antes, ¿no entiendes que  esto es una guerra?, aquí no hay lugar para batallas personales o selección de objetivos, el fin es erradicar al enemigo-, comentó.


-Eso no lo decides tú, ¡te lo advertí García!, le dije mientras lo tomaba por el cuello.


-Anda, acaba conmigo si es lo que quieres, no eres más que un vago reflejo de aquella máquina que asesinó al Obispo y al comandante Rodríguez, no eres más que un remiendo de ese demonio, ¡mátame!, prefiero eso a convertirme en un cobarde como tú-, señaló.


-Deja sobre el piso las piezas que aún traes de la armadura-, ordené.


-Ven por ellas,  si las quieres, ven por ellas-, respondió.


-¡Cañones activados!-, ordené de forma amenazante mientras apuntaba en su contra.


-No te tengo miedo, y en poco tiempo ya nadie te temerá, ¡hazlo!-, reiteró  García al tiempo en que colocaba su cabeza contra el cañón.


Al escuchar esto permanecí estático, sin emitir palabra alguna, y luego bajé el arma.


-Sabía que no tienes las agallas para matarme, aquí esta tu armadura, no seré títere de nadie, con El Bloque voy a lograr lo que tú no podrás, voy a acabar con todos aquellos que pertenecen a algún cártel, incluido Franxesco, él será el primero, quiero que lo sepas de mi propia voz, tú me dijiste que no me interpusiera en tu camino, y lo mismo va para ti-, sentenció.

 

-Ten cuidado con lo que dices García, el poder que sentiste te está volviendo loco, no sabes la clase de dolor que te puedo causar antes de asesinarte si me enfrentas-, contesté.


-Tú decides cuándo y dónde, yo estoy aquí parado sin un armadura que oculte mi rostro, no te temo, no eres inmortal, sangras al igual que todos nosotros, aún no has logrado nada, y yo seré una leyenda-, indicó.


-Vete antes de que cambie de parecer-, comenté.


-Pronto nos estaremos viendo Juez, parece que el contrato duró poco, pero tú tampoco cumpliste con lo pactado, te faltaron huevos para matarme, no eres un soldado, ni un policía, eres un simple hombre que intentó jugar al héroe-, señaló antes de retirarse de la construcción.


La mala elección con García había calado hondo en mi orgullo, a pesar de que él tenía pleno conocimiento de mi ubicación, yo sabía que no intentaría organizar un ataque en mi contra, no era tan tonto,  sin embargo era patente el hecho de que el hombre era susceptible a corromperse, tenía que vigilarlo, o se convertiría en un problema.

 

 

 

 Datos del autor: Alfredo Pantoja

Twitter: @alfredopantoja9


Próxima entrega de el Juez, La rebelión del Sistema ... Viernes 7 de Noviembre

 

 Viernes 31 de Octubre de 2014

 

 

 

 

 

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