El Juez, Capítulo final: El Legado

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Reportero A7 | 24 de Octubre de 2014 a las 12:29

Capítulo 14



EL LEGADO



Ahora tenía las manos manchadas de sangre inocente, esto si consideraba que la familia de Labatti no contaba con mayor ingerencia en las acciones que él tomaba, pero a mí nadie me preguntó qué era lo que había sentido al perder a mi familia. Sentado sobre un viejo sillón en aquella bodega donde forjé cada paso que di para llegar hasta donde me encontraba, contemplé a El Sistema, en caso de que muriera, él se encargaría de acabar con la obra, era mi as bajo la manga.



Equipé a la D-78-12-30 Apocalipsis con todo el armamento que tenía, sabía que había llegado el momento de finiquitar el trato, ya no había opción, en las próximas horas se definiría el futuro de la ciudad.Por última vez me atavié con la armadura, aún no sabía si regresaría, como si se tratara de un ritual, por espacio de varios minutos aprecié y sentí cada placa de metal, cada borde, cada bala cargada en los cañones, cada palmo de tecnología.




Se trataba de la mayor creación realizada por el hombre, tal vez ese fue su destino, tal vez así forjé mi lugar en la historia, así que puse el casco sobre mi cabeza, luego me acerqué a El Sistema y le indiqué:-Rastrea a la D-78-12-30 Apocalipsis, en caso de que no detectes actividad cerebral del piloto, la prioridad es aniquilar al enemigo, arrasa con Villa de la Purísima Concepción, no dejes edificio en pie, sin piedad, acaba con todo y con todos, te veré en el infierno amigo, ¡modo de ataque activado cuando detectes que El Juez murió!, ¡acábalos!, ¡hazme sentir orgullosos de ti!-.




Luego monté mi motocicleta, estaba por amanecer. Decenas de patrullas recorrían la ciudad, por medio de altavoces daban al orden precisa de que nadie podía salir de sus casas, era una zona de guerra, el toque de queda estaba impuesto.Los medios de comunicación temerosamente se negaban a acatar el dictamen, ellos también estaban ávidos de conocer y contar lo que iba a ocurrir, sabían que algo grande estaba por ocurrir, eran el fin de una leyenda urbana, o el principio de una nueva era, la era de El Juez.




De forma rápida arribé al acceso nororiente de la ciudad, retenes por doquier, nadie trató de persuadir al enemigo, las balas hablaron. Los reportes de enfrentamientos donde se revelaba la ubicación de El Juez resonaban en las frecuencias policíacas, Enzo Franxesco, seguía de cerca las acciones, él también tenía una afrenta que cobrar.




La persecución parecía interminable, el numero de decesos incalculable, no había tiempo de pensar en estrategias, era una pelea frontal, los cuerpos policíacos y castrenses eran enemigos, no faltaba mucho tiempo para que Labatti me encontrara, los dos así lo deseábamos, era la culminación de nuestra página en la historia.Mientras era perseguido por soldados en la colonia Americana, el antiguo centro de poder de El Picudo Andrade, detecté que me seguía de cerca un vehículo blindado que destacaba de entre las demás unidades, lo piloteaba La Sombra, podría reconocer ese rostro entre miles, era hábil en el manejo de ese tipo de unidades, de golpe subió con el blindado al camellón y trató de derribarme.



-¡Llegó tu fin pendejo!-, logré escuchar que gritaba desde el interior del vehículo.La motocicleta realizó un giro, y tras eludir el impacto comenzó el ataque, una ráfaga de balas golpeó la ventanilla del conductor, Franxesco no se quedó atrás, lanzó una granada hacía el punto donde me encontraba. 




El estruendo logró que los soldados redujeran su velocidad, las patrullas que arribaban sobre la avenida El Sauce optaron por aproximarse al punto donde se encuentra instalada una clínica médica, sabían que la lucha era entre él y yo, disparaban tímidamente, pero no participaban de lleno en la acciones.




Continuamos sobre la vialidad, ya habíamos llegado a la periferia de la colonia San Juana de Ico, ninguno cedía, activé el lanza misiles y de forma audaz logró evadir el impacto, el misil hizo blanco en una iglesia mormona instalada frente al antiguo edificio de la escuela de Contaduría, por momentos pensé que se trataba de una trampa, sin embargo la retirada no era una opción.




Seguimos avanzando, casi le daba alcance cuando por medio de artimañas lograba reducir mi velocidad, trampas de clavos, gas lacrimógeno, granadas, entendí que en realidad no trataba de hacerme daño, era una fachada, La Sombra era una carnada y Labatti estaba cerca, tenía que seguir con el juego.Giramos sobre el corredor hasta llegar al Museo Infantil La Villa, a su costado se encontraba el Auditorio Municipal, y frente a los inmuebles el Parque Xoloescuincle, la ratonera estaba instalada.




A no más de 500 metros de la explanada del auditorio se encontraba la Torre de Cristal, la base de operaciones de Labatti, tal vez el líder traficante quería acabarme en el mismo punto donde horas atrás había terminado con la vida de su familia.Sabía que al llegar a la explanada sería un blanco fácil, era la misma estrategia que había empleado Rodríguez con Carlos García y El Bloque, el ataque sería dirigido desdetodos los ángulos, sin embargo la prioridad era acabar con La Sombra y Labatti, era la única oportunidad que tenía, ambos estaban fuera de sus cabales.Al llegar a la explanada del auditorio sucedió lo predecible, justo en la esquina que conforman las avenidas Torres de Irlanda y Franco Suárez, el blindado se detuvo, lentamente descendió de la unidad el mercenario, estaba ataviado con lo mejor de su arsenal, detrás de mi decenas de patrullas cerraron el paso.




Siete cuadras a la redonda cubiertas por policías y soldados, al igual que La Sombra, todos los elementos bajaron de sus unidades, cortaron cartucho y tomaron posiciones.



-No cabe duda de que eres un psicópata o en verdad estás loco, sabías que era una trampa y aún así me seguiste, tienes mucho valor o demasiadas ganas de morir, pero eso no me importa, estamos aquí por algo ¿sabes a qué me refiero verdad?-, señaló el mercenario.



Bajé de la motocicleta activé mi armamento, y luego de invitarlo a que se acercara moviendo el dedo índice de mi mano derecha respondí:-Acabemos con esto, aún tengo otros asuntos que atender-.    



Ahí inició el fuego, corrí sobre la explanada disparando en contra de todo lo que se movía a lo largo de la cuadra, explosiones cerca de mi ubicación sin cesar, gritos, sangre, a cada paso que daba sentía como la balas impactaban con fiereza la armadura.



Los estallidos de granadas y algunos misiles que detonaban cerca cimbraron la colonia Los Parques, la escena emulaba al legendario guerrero que tan sólo con un puñado de hombres tomó por asalto las playas de Troya y posteriormente vio como se rendía a sus pies el ejército del rey, era casi poético, una máquina implacable.




Desde su base, El Sistema monitoreaba el estado del piloto en la D-78-12-30Apocalipsis, su ritmo cardiaco se aceleraba, perdía en ocasiones el aliento, por algunos segundos la bestia de acero amenazaba con salir de su escondite para entrar en acción, sin embargo la orden había sido clara, aún tenía respeto por el hombre que le había concedido la vida.  



La Sombra  se replegó, era un objetivo sumamente difícil de ubicar entre la multitud, carros de guerra salían al paso, desplegaban su arsenal en mi contra, pero estaba obsesionado, a toda costa quería probar la sangre de Franxesco.




A lo lejos, desde su penthouse, Labatti observaba lo que ocurría, en el helipuerto tenía preparado un helicóptero listo para escapar en caso de que así fuera necesario, al interior de la nave reposaba toda su fortuna, cientos de millones de pesos, dinero mal habido que emplearía para cumplir con su promesa en caso de que la operación fallara.




La Torre de Cristal estaba sitiada, en su exterior se concentraba el grueso de la artillería, nadie entraba o salía del lugar, en el helicóptero sólo viajaría Labatti y el piloto, los demás tendrían que arreglárselas solos.Un misil logró impactarme en el costado, el estallido logró proyectarme varios metros, aún cuando estaba aturdido, respondí de la misma forma, cuatro misiles fueron desplegados desde la D-78-12-30 Apocalipsis, todos hicieron blanco sobre los objetivos, los adversarios comenzaban a sentir el poder del asesino.




De un salto logré llegar hasta la parte alta de una tanqueta y rocié con el lanza llamas a los soldados, no desperdicié un sólo segundo para continuar con la avanzada, ya me encontraba cerca de la calle que dividía el auditorio con la plaza donde estaba instalada la Torre de Cristal.




Los esfuerzos que realizaba La Sombra para contenerme resultaban ineficaces, así que tomó un grupo de soldados y avanzó en un movimiento suicida, todos se apostaron detrás de un vehículo, en respuesta, corrí sobre la explanada lo más rápido que pude, emulaba a un rinoceronte en plena carrera, el sonido que realizaba el metal al golpear el piso logró que en el último segundo Franxesco reculara y sin mediar palabra alguna abandonó al equipo.




De un saltó libré el obstáculo y antes de caer accioné El Relámpago, todos fueronfulminados. Metros adelante observé a La Sombra, trataba de huir, apunté los cañones en su contra y en plena carrera, mientras se encontraba de espaldas hacia mí, realicé un disparo certero que logró despedazarle la parte posterior de la rodilla.




Tras el impacto se desplomó al piso de forma inevitable, ya era mío, no podría escapar, estaba acabado. Al percatarme de esto continué con la avanzada,  Franxesco cada vez estaba más cerca, ya podía  sentir su piel entre mis garras, estaba prácticamente al alcance de mis manos, cuando de forma abrupta fui embestido por una patrulla, luegovarios vehículos se apostaron frente a mí, eran como hormigas tratando de detener a un elefante.-¡Cañones a máxima potencia!-, grité.




Las patrullas que se encontraban a pocos metros explotaron tras recibir cientos de impactos de bala, la masacre superaba cualquier tipo de enfrentamiento que se hubiera registrado con anterioridad.A lo lejos, entre las llamas y el humo que emanaban de las unidades, pude observar como La Sombra se arrastraba sobre el piso, nunca dejé de atacar al enemigo, y sólo buscaba el ángulo preciso para colocar una bala en su cabeza.




Lo tenía en la mira, y al estar seguro de que acabaría con él accioné el cañón, sinembargo antes de que los proyectiles lograran hacer blanco se interpuso en el camino un camión blindado. El acero evitó que las balas atravesaran a La Sombra, perecía que en esta ocasión la suerte le favorecía a Franxesco.




Traté de llegar hasta el blindado, pero las balas que disparaban policías y soldados me cubrieron como granizo en una tormenta, repelí el ataque, y al seguir adelante, tras dartan sólo algunos pasos, observé el momento justo en el que varios soldados descendieron de la unidad y de forma rápida abordaron al herido, la impotencia corroía mi ser.-¡Franxesco!,- grité desesperado, él no podía huir.




El nombre del mercenario se ahogó en mi garganta luego de que un misil más golpeara mi espalda, el estallido hizo que perdiera de vista al objetivo.Inevitablemente caí al piso, estaba severamente lastimado, tenía la espalda prácticamente despedazada, el cuerpo no me respondía, sentía los músculos desgarrados, ¡ardía por dentro!, pero no era tiempo de lamentarse o sentir dolor, tenía que acabar con el objetivo.




Apenas logré incorporarme, giré sobre mi lado izquierdo y di respuesta al enemigo,descargué toda la ira que habitaba en mi interior, deseaba pulverizarlos, en la refriega perdí segundos importantes, estaba cegado por el odio, y al retomar la posición sólo logré observar como se alejaba el pesado vehículo con mi presa a bordo.




Momentos atrás tenía en mis manos a La Sombra, pero nuevamente había logradoescapar, ese hombre tenía más vidas que un gato.-Prepara el helicóptero, nos vamos, esto se salió de control, ¿qué esperas?, ya encontraremos otra oportunidad para acabarlo, ese demente viene por nosotros-, le dijo Labatti a piloto al percatarse de que su mejor hombre había caído, estaba temeroso, su venganza podía esperar.




Tras la huída de Franxesco, policías y soldados desplegaron lo mejor de su arsenal, laD-78-12-30 Apocalipsis ya presentaba daños en su estructura, a cada segundo las fisurasadquirían mayor dimensión, la computadora central se mantenía en alerta máxima.  El Juez estaba apunto de caer, parecía que finalmente El Sistema iba a entrar en acción.




De entre los estallidos logré escuchar el sonido característico que realizan loshelicópteros, volteé hacía el penthouse y pude observar como se elevaba la aeronave.  Labatti también se me escurría de entre las manos, por ello le resté importancia al grupo que me atacaba. Con las fuerzas que me quedaban, realicé un último intento y comencé a correr con dirección a la Torre de Cristal, a mi paso detonaban varias granadas, para ese entonces ya podía sentir cada uno de los impactos de bala que hacían blanco en la armadura.




Puse en operación el lanza misiles, sin embargo la armadura no respondió, estaba severamente averiada, de un fuerte tirón logré romper la base a la que el arma estaba anclada sobre uno de mis hombros,  sólo restaba un tiro, tenía que realizar un disparo certero, Labatti no podía escapar, o de lo contrario todo lo que había hecho de nada valdría.




Llevando el lanza misiles en las manos continué con la carrera, estaba apunto de tomar posición cuando una nueva lluvia de balas me cubrió, los proyectiles sobre mi rostro cegaban la visión, el ataque no cesaba, sentía que el final estaba cerca.Centré la mira sobre el helicóptero y cuando me aprestaba a disparar, un fuerte dolor en el costado derecho de mi cuerpo me paralizó, el impacto emuló el aguijó de unescorpión al perforar la piel, era indescriptible, perdí estabilidad en las piernas, ynuevamente caí al piso.




El lanza misiles rodó algunos centímetros sobre la explanada, fijé la mirada sobre el punto del que emanaba el dolor, y ahí me percaté de que de sobre la armadura escurría sangre, una de las balas había penetrado la coraza de acero, estaba herido de gravedad,no podía respirar, estaba apunto de desmayarme.




Traté de incorporarme, pero el dolor me lo impidió, mientras se acercaban los soldados no cesaban los disparos, estaba prácticamente a merced del enemigo.




Al detectar la herida en el piloto, El Sistema se puso de pie, avanzó algunos pasos y se postró en el umbral de la bodega, la armadura deseaba tanto o más que los agresores que el operador de la D-78-12-30 Apocalipsis muriera, esperaba a que la orden se cumpliera, impaciente apretaba los puños, sabía que bajo estas condiciones podía acabar con la ciudad en tan sólo algunas horas.




Anclé las garras de los guantes al piso y me arrastré, fue el momento en que el helicóptero sobrevoló por la explanada, estaba justo sobre de mí, Labatti estaba apunto de huir, pero en un arranque de ira, logré hacerme del arma, giré sobre mi espalda y disparé el misil.




El artefacto surcó el aire y logró impactar el rotor de cola de la aeronave, el estallido generó que el piloto perdiera el control, y por espacio de algunos segundos el helicóptero giró incesantemente, sin rumbo, hasta que se desplomó sobre el Auditorio Municipal, el estallido que generó logró escucharse en la mayor parte del centro de la ciudad.




El capo y el piloto murieron de forma instantánea al momento del impacto y ahí postrado sobre el piso, me percaté de que habían cesado los disparos.  Del cielo caían miles de billetes de diferentes denominaciones que Labatti transportaba en la aeronave, había erradicado al objetivo, pero aún restaban decenas de soldados y policías.




Movido más por el orgullo que por la fuerza logré ponerme en pie, mientras los trozos de papel continuaban cayendo sobre la explanada, me paré frente al enemigo, los policías y soldados permanecían estáticos, incrédulos, luego puse en operación los cañones y apunté en su contra, estaba listo para continuar con la batalla, estaba listo para morir, pero ninguno accionó su arma, sólo se limitaron a apreciar la masacre que había ocurrido.




-Labatti murió, ¡él era el origen de todos los males!, he cumplido con el primer objetivo, la ciudad es mía, y cualquiera que atente contra lo establecido tendrá el mismo final, ¡son representantes de la ley!, ¡su labor es proteger al país y a su gente!, ahora decidan si están conmigo o en mi contra, ya muchos han muerto por defender al mal, ¡yo soy El Juez!-, exclamé.



-No puedes hacer valer la ley por ti solo, quien quiera que seas, también tendrás que ser juzgado por los crímenes que has cometido, por el terror que ha sembrado en la ciudad, tú no puedes estar sobre nosotros, ¡nadie lo está!-, respondió un mando castrense.




-Si estoy aquí es por que ustedes han fallado, porque todos han fallado, han vendido su alma a cambio de algunos pesos, poco les importa lo que pasa con la gente, todos contribuyeron para crearme, de ahora en adelante nada podrá detenerme, sé que algún día tendré que responder por mis actos, aquí o en el infierno, pero no abandonaré las calles hasta estar seguro de que la gente puede vivir segura, sin temores, sin que existan asaltos, asesinatos o violaciones, soy enemigo del delito, mi ley prevalecerá en tanto no se den cuenta de que podemos vivir en un país mejor, les aseguro que habrá más muertes, Labatti sólo era la punta del iceberg en la ciudad, voy a acabar con todos aquellos que atenten contra la ley-, señalé.




-Hablas de una utopía, eso no existe, es imposible, tú sabes que vamos a perseguirte y te vamos a acabar-, dijo el soldado.-No existen imposibles, eso me ha quedado claro, y juro por mi vida que lograré acabar con el mal, nadie logrará salvarse, ¡todos los delincuentes morirán!, acabé con mi misión, ustedes deciden, ¡están conmigo o en mi contra!, por que ¡estoy listo para seguir cavando tumbas!-, amenacé.




-Por hoy han sido demasiadas muertes, El Juez o como te llames, estamos en tregua por cuatro meses, la ciudad tiene que recuperarse de las heridas que has causado, pero debes estar seguro de que te vamos a encontrar, algún día vamos a hacer que pagues por tus delitos-, comentó el mando.   




-No será necesario que me busquen, yo los encontraré si se ponen al servicio del mal, no se crucen en mi camino si no quieren perder la vida en el intento, ya están advertidos, no hay marcha atrás, aquí sólo impera la ley de El Juez-, sentencié.




-Mi nombre es Santiago Lozano, grábatelo bien, ya habrá oportunidad de que nos veamos las caras nuevamente-, dijo el soldado, y antes de abordar un vehículo, sedirigió a su tropa y les ordenó:




-¡Vámonos!, recojan a los heridos y soliciten apoyo para trasladar los cadáveres, pidanauxilio de ambulancias y bomberos, que se den prisa, hay que limpiar la zona, la operación sutura ha comenzado-.




Posteriormente, los soldados y policías se replegaron, con desconfianza caminé lentamente hasta el punto donde se encontraba mi motocicleta, subí y me alejé a toda prisa, nadie me siguió, nadie trató de obstaculizar mi huida, la tregua era una realidad y tal parecía que el destino me había otorgado una nueva oportunidad, era claro que la armadura no iba a soportar otro ataque, inevitablemente habría sido erradicado.Sangraba profusamente de la herida, la vida se me iba a cada segundo que pasaba, las averías que presentaba la armadura no me permitían comunicarme con El Sistema, y la maquina esperaba mi muerte para salir a acabar con todo lo que estuviera a su paso.




Era necesario dar marcha atrás a la orden que previamente le había dado, dentro de su biblioteca contaba con especificaciones precisas para atender emergencias médicas, la única opción que tenía era llegar hasta la vieja hacienda y ponerme en manos de la máquina, irónico, yo le había dado la vida y ahora rogaba por que esas placas de metal blindado alargaran mi existencia.   




Al encontrarme en el acceso de la bodega, me paré frente a la máquina asesina y dije:  




-Orden de destrucción por muerte de piloto de la D-78-12-30 Apocalipsis anulada-.-Rastreo de voz incorrecto, iniciando modo de alerta, sistemas de ataque activados-, respondió el artefacto.




La falta de aire y cansancio se habían reflejado en mi garganta, no reconocía mi voz, al escuchar esto sentí un fuerte escalofrío recorriéndome la espinza dorsal, estaba indefenso ante un oponente indestructible.Mientras la máquina hacía girar de forma amenazante su armamento repetí la orden:




-Anula código destrucción por muerte de piloto de la D-78-12-30 Apocalipsis-.




-¡Cañones activados!-, fue la respuesta.Apenas logré lanzarme detrás de la motocicleta cuando inició el ataque, las balas en pocos segundos lograron destruir el blindaje del vehículo.




-¡Anular orden!, ¡anular orden!-, grité con desesperación.




-¡Lanza misil activado!, ¡erradicar objetivo!-, respondió El Sistema.-¡Código Alejo Garza!, ¡código El Juez!-, dije como última alternativa, nadie conocía mi nombre, para todos había muerto en el penal, en los componentes y computadora central de El Sistema había accesado información personal en caso de que me asesinaran o destruyeran la máquina, la intensión era que en ese momento el enemigo conociera la identidad del hombre al que tanto le habían temido.




El Sistema desplegó el lanza misiles, apuntó el arma en mi contra, observé el fulgor en sus ojos marrón y antes de que realizara el disparo la máquina dijo:  




-Código Alejo Garza activado,  modo de batalla anulado, sistemas en orden y a la espera de indicaciones-.




-¡Emergencia médica activada!-, solicité. 




El Sistema me tomó entre sus manos, me despojó del casco y la parte superior de la armadura, luego me depositó sobre el escudo blindado que portaba entre su arsenal y tras detectar el punto donde se encontraba alojada la bala, realizó una incisión en mi costado con sus garras, al sentir el filo del metal sobre mi piel emití un grito ensordecedor y luego me desvanecí, es lo último que recuerdo.



Al despertar, me encontraba recostado sobre los asientos del camión blindado que había dado origen a El Sistema, el lugar donde tenía la herida presentaba quemaduras, la piel había sido cauterizada a base de calor o fuego, era obvio, no esperaba que la máquina hubiera realizado una sutura.



Sobre el escudo permanecían los restos de la bala que El Sistema extrajo, aún me sentía adolorido, como si me hubiera embestido un toro. El Sistema permanecía cerca del acceso principal y vigilaba el movimiento en el exterior.



-¿Cuánto tiempo pasó desde mi llegada?-, le pregunté.-Cerca de 72 horas, el piloto presenta un 40 por ciento de recuperación, sin hemorragias internas-, respondió.



Me levanté del asiento y contemplé la máquina, era el mejor aliado que había tenido, me había salvado la vida, pero también estuvo a punto de aniquilarme, como un perro de pelea que prueba la sangre de su amo, no existía un antídoto o cura, era tiempo de tomar una decisión.



El Sistema era implacable y se corrían riesgos en la tecnología experimental que lo había creado, en caso de que se saliera de control sería un problema bastante serio, así que lo contemplé por última ocasión, así, como un ser indomable, listo para entrar en acción, listo para acabar con el mal, y le dije:



-Gracias amigo, sé que te voy a extrañar, después de que perdí a mi familia fuiste en lo único que pude confiar, si estoy aquí es por ti, te debo la vida,  y te prometo que continuarás peleando, tu misión no ha terminado aún, ¡desactivar sistemas!-.



La máquina de inmediato perdió el fulgor que emanaba de sus ojos, permaneció estática y de pie. Empleando herramientas logré despojarlo del casco, tomé su computadora central y la arrojé contra el piso, para posteriormente destruirla con uno de los cañones que llevaba la armadura acoplados en los antebrazos.



-Adiós amigo-, no veremos pronto en el infierno-, le dije antes de regresar al sitio donde  me recuperaba.



La herida evolucionó satisfactoriamente, y dos meses después logré salir a la calle por mi propio pie, aún se respiraba una atmósfera de temor generalizado, en todos lados  se hablaba de El Juez.



Los delincuentes temían su llegada, a pesar de que no había sido visto a últimas fechas, todos en Villa de la Purísima Concepción cuidaban sus movimientos, el temor a ser detectados por el asesino había causado un efecto devastador, por fin la ley era algo palpable.



A pesar de que la policía local y el Ejército ya habían reanudado los patrullajes en la ciudad, Carlos García y El Bloque continuaban con los trabajos de vigilancia. 



El proyecto ya había adquirido dimensiones inimaginables, e inclusive comenzaban a surgir otros grupos similares liderados por el mismo García en otros Estados y ciudades del país.




A los desertores se les habían unido ciudadanos hartos de lo que pasaba en sus calles, se avecinaba un futuro mejor para México, la utopía estaba apunto de convertirse en una realidad.   




El dinero mal habido del que había despojado a delincuentes, llegó a las manos de quienes más lo necesitaban, ese dinero podrido también sirvió para equipar la hacienda como una auténtica fábrica de ensamble, ahí daría forma y crearía nuevas armas para la D-78-12-30 Apocalipsis.Ahora contaba con un arsenal superior al que utilicé contra Labatti, estaba  listo para entrar nuevamente en acción, había llegado el tiempo de recorrer nuevamente la ciudad, había dejado cuentas pendientes con Franxesco, el mercenario presentaba una herida severa y aún no daba muestras de vida.




El 5 de noviembre de 2009, Carlos García detectó un extraño mensaje debajo de la puerta del inmueble que habitaba, el trozo de papel tenía escrito lo siguiente:“Antonio Rocha #3345, colonia Los Robles, 00:00 horas, sin compañía, llegó el momento Atte: J”.




La inicial que firmaba el mensaje le resultaba familiar al líder de El Bloque, sin embargo existía la sospecha de que pudiera tratarse de una trampa, por horas meditó la situación, posibilidades, riesgos, pero al final acudió a la cita pactada.A su llegada, García se percató de que la puerta del inmueble permanecía entre abierta, sólo una tenue luz iluminaba el pequeño inmueble, cortó cartucho del arma que llevaba y sigilosamente ingresó.




Yo me encontraba sentado en una silla, en el área de cocina, tomaba una taza de café, mi aspecto haraposo le generó desconfianza en un principio, sin embargo García nunca titubeó, tal vez por eso fue elegido.-Aquí estoy, ¿de qué se trata?, ¿quién eres?-, preguntó.




-Esos cuestionamientos son irrelevantes, aquí la pregunta es si estás preparado, creo que el mensaje fue claro, de lo contrario no habrías venido-, le respondí.-¿Qué es lo que quieres de mi? -, cuestionó de nueva cuenta.




-Yo nada, pero quien me envió me dijo que hay ocasiones en la vida en que las personas deben de tomar una decisión, o formas parte de la historia, o te conviertes en leyenda,así que es tiempo de que elijas García, o sales por la puerta principal y continúas con lo que has realizado hasta el momento, o entras en esa habitación y haces frente a tu destino, cualquier opción que elijas será fundamental en el desarrollo de esta guerra, él está consciente de que harás lo correcto-, comenté.




-Él, te refieres a…-, lo interrumpí.-No hagas más preguntas, es tiempo de que tomes tu decisión-, dije y tras levantarme de la silla me retiré del inmueble.  García meditó por algunos segundos su movimiento, permaneció estático, luego caminó algunos pasos y cuando estaba apunto de salir de la vivienda, de forma abrupta se detuvo y regresó.




Sin titubear, entró en la habitación y posteriormente se quedó sin aliento, ante sus ojos se encontraba la armadura del asesino al que tanto le temían los delincuentes, el aniquilador nocturno ahora estaba bajo sus órdenes y listo para combatir, lentamente avanzó, contempló el armamento, cada palmo y borde de metal que recubría al equipo,al tomar el casco entre sus manos un fulgor destellante que provenía de la máscara iluminó la habitación, y un sonido similar a la estática acabó con el silencio que privaba en la atmósfera, era el inicio de una nueva era, habíamos rescatado la ciudad, sin embargo el país necesitaba a El Juez, la guerra tenía que continuar.


Datos del Autor: Alfredo Pantoja

Twitter: @alfredopantoja9

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