CAPÍTULO 4 El ocaso de la nación

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Reportero A7 | 22 de Noviembre de 2014 a las 09:44

CAPÍTULO 4. El ocaso de la nación.



Tras el suceso, en los portales de Internet y periódicos de circulación nacional también se daba a conocer la noticia.


“Mueren más de 500 tras ataque”, “Acaban con capo de la mafia tras masacre en el World Trade Center”,  “México está en guerra”, “¿Es el narco el verdadero enemigo?”, se podía leer en algunos titulares.


Yo, por mi parte, me limitaba a observar lo que pasaba alejado de la acción, veía pasar los días recolectando basura, lo que anteriormente había sido una estrategia para desarticular a las organizaciones delictivas, ahora se había convertido en un método para sobrevivir.


Mientras esto ocurría, Santiago Lozano desafió a la muerte y paulatinamente logró recuperarse, no contaba con un ojo y un brazo, pero en su ser habitaba un intenso odio hacía Carlos García, ese sentimiento logró ponerlo en pie, y estaba listo para someterse a una nueva cirugía, a fin de que le insertaran una prótesis metálica.


A pesar de que las lesiones que presentaba habían generado dudas entre los mandos, e inclusive se rumoraba que no podría regresar a la actividad, el soldado demostró que se encontraba en condiciones para continuar en la guerra, y sólo contaba las horas para volverse a encontrar con El Sistema.


En las semanas siguientes, Lozano aprobó los exámenes respectivos y nuevamente fue puesto al frente de un grupo de militares. 


Nada quedaba de su antiguo líder, una careta de acero en color gris ocultaba la mayor parte de su rostro,  Santiago vio prudente el no mostrar las marcas que le había dejado la batalla con García, eso acrecentaría aún más el ego de su agresor.


Había recuperado por completo la movilidad en su brazo cercenado luego de controlar a la perfección la prótesis experimental, Lozano ya no era un humano común y corriente, estaba listo para hacer frente a sus demonios y no temía encontrar en su camino de nueva cuenta a la muerte. 


Era una gran muestra de valor, y precisamente eso era lo que ahora me faltaba.


En tan sólo seis meses, Los Jinetes del Apocalipsis, El Bloque, y El Sistema  recorrieron de extremo a extremo el país, y a su paso acabaron con la mayor parte de sicarios que integraban los cárteles de Los Célticos, Los Purépechas, Los Charros de Jalisco, Los Emperadores de Sinaloa, Los Guerreros de la Antigua Mexica, La Línea Negra, y otras células de menor nivel, todos fueron exterminados.


Gracias a la ayuda e información que brindaron los gemelos Villada, el numero de decesos fue incalculable, sin embargo y por extraño que resulte, el panorama no mejoraba, ahora la ciudades lucían desoladas y el comercio era prácticamente inoperante, escaseaba la comida y el trabajo, la seguridad era inexistente, tal parecía que la cura había resultado un virus aún más letal que la enfermedad.


El Sistema nunca obtuvo el reconocimiento que esperaba, lejos de ser admirado por los ciudadanos, era repudiado y temido, su nombre era sinónimo de maldad y destrucción, el hambre desató los primeros brotes de anarquía y saqueos en centros comerciales.  


Quienes osaron cometer dichos actos fueron exterminados de forma inmediata, eso acrecentó aún más el resentimiento nacional.


Antes de ser totalmente aniquilados, los cárteles de la droga buscaron nuevos horizontes, en México no quedaba nada, sólo el viejo recuerdo de aquella nación que por años había engrosado sus ganancias, la mayoría emigró a Centroamérica, y ahí buscaron un nuevo comienzo. 


El clamor popular orilló al Presidente de México a realizar una acción suicida, era tiempo de tomar al toro por los cuernos, la guerra contra el narcotráfico se había salido de control, y no existía otra opción que dar la cara y hacer frente al nuevo enemigo.


En cadena nacional y desde la residencia oficial de Los Cedros, Félix López Calderas emitió un mensaje, en el que hizo patente el sentir de los ciudadanos.


-México vive los peores días de su historia, la crisis que atravesábamos con la guerra entre cárteles del narcotráfico adquirió dimensiones inimaginadas, hoy en día ya no sabemos quién es el enemigo, estamos cerca de perder el control de nuestras vidas, la de nuestros hijos, y el curso de nuestra nación.


¡no permitiremos que el miedo gobierne a México!, no permitiremos que nadie nos prive de nuestra libertad, actualmente opera en la nación un grupo rebelde que se ha enfrascado en una lucha sin cuartel con el narcotráfico y  la cifra de decesos es terrorífica, en esa lucha han muerto cientos, tal vez miles de inocentes.


El campo hoy en día es inoperante, y las pérdidas monetarias son incalculables, atravesamos una severa crisis financiera y alimenticia, a raíz de esta guerra en la que hemos sido vistos como enemigos,  se han cerrado las fronteras y vivimos un estado de alerta, ¡es tiempo de que México despierte!-, dijo.


Luego de beber un poco de agua, y tras afianzarse al estrado, López Calderas retomó el discurso.-El enemigo carece de sentido de lealtad, no ama a nuestro país, se ha empeñado en atacar a las fuerza federales y a civiles, han impuesto su ley por encima de lo que marca nuestra Constitución, es por ello que he girado la orden precisa de acabar con todas aquellas personas que integran El Bloque, así como con los hombres que visten las armaduras, quienes son liderados por el ex policía Carlos García, alias El Sistema, ciudadanos, estamos en guerra, ¡México nos necesita!.


Saldremos a las calles en busca de nuestra libertad, por el presente y futuro de nuestros hijos, Carlos García y sus acompañantes son enemigos de la nación, unamos fuerzas y acabemos con el mal que nos acecha, como Presidente de México, les prometo que acudiré a cada uno de los lugares donde se me necesite.


¡Retomemos lo que nos pertenece!, señores ¡este es nuestro momento!, esta es nuestra lucha, y ¡este es nuestro país!-, concluyó.


Todo México escuchó el mensaje, formalmente estábamos en guerra, ahora la lucha era por nuestra libertad.  


Desde su base de operaciones Carlos García y su grupo, en compañía de Los Jinetes del Apocalipsis, y los gemelos Villada, no daban crédito a lo que habían escuchado, en su afán  por liberar a la gente de los cárteles de la droga, se habían convertido en enemigos.


-¿Qué dice ese pendejo?, ¿acaso no reconocen lo que hemos hecho?, ¡es una injuria!, ahora están contra nosotros, ¡perros mal agradecidos!-, gritó enardecido García.


-Ellos nunca comprenderán tu sacrificio García, ahora sólo existe una opción, México debe de someterse al poder de El Sistema, la gente debe de saber que no pueden voltear su puño contra un Dios, debes de tomar el control del país-, dijo Esdras.


-¡No me digas qué hacer!, ¡nadie va a hacerlo!, no soy un peón en un tablero de ajedrez, ¿me escuchas?, ¡nadie me domina!, México va a ser mío por que yo así lo he decidido, correrá más sangre de la que esos cabrones pudieran imaginar, ¡voy a cortarles la cabeza y la pondré en el Zócalo para que escarmienten!, ¡la guerra a comenzado y vamos a ganar!-, aseguró.-¿Y cuál es la orden?-, cuestionó Jonatan.


-Todos deben de estar sobre aviso, esta misma noche organizaremos un ataque masivo en todas las ciudades, cualquiera que esté fuera de su casa, niño, mujer, hombre o anciano, será ejecutado, ¡si quieren morir de hambre, eso tendrán!, ¡voy a obligarlos a hacer lo que yo diga!-, respondió.


-Como usted ordene señor-, indicó Jonatan.-¿Y nosotros?, ¿qué vamos a hacer García?-, preguntó Esdras.


-Ustedes vienen conmigo y con las armaduras, vamos a hacer una visita al Colegio Militar, López Calderas va a desear no haber hablado de más, vamos a darle lo que quiere, vamos a tomar la base del Ejército y desde ahí expandiremos nuestro territorio-, señaló.


-Me parece una excelente idea señor, estamos listos-, comentó Esdras.    -Ha llegado el momento, ¡mi momento!, ¡México será mío!, manden el mensaje a todos los grupos, quiero que todas las ciudades ardan con la llegada de la noche-, ordenó El Sistema y posteriormente se retiró con su comitiva.


Mientras los rayos de sol se extinguían, y acompañado de cerca de 600 solados, todos  integrantes de El Bloque, Carlos García irrumpió en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional, e inició la batalla más cruenta que se haya registrado en la capital del país.


A lo largo de casi cinco horas, las armaduras combatieron contra los valerosos soldados.    


Los vehículos de guerra resultaron ineficaces al ser tomados por sorpresa, a pesar de que se encontraban en alerta máxima, nunca supusieron que García tendría las agallas para atacar el sitio.Algunos de los tanques y unidades todo terreno fueron tomadas por asalto y los rebeldes concentraron toda la artillería en contra de los elementos castrenses. 


El resultado era previsible, al final el Ejército Mexicano sucumbió ante el poder de las armaduras, pocos lograron escapar, la mayoría del equipo fue destruido y el resto ahora formaba parte de El Bloque.


García le restó importancia a las bajas que sufrió su grupo, y luego de apostarse en el acceso principal del recinto que albergaba a los soldados mexicanos, clavó en el piso el sable que portaba y levantó su puño en alusión a la victoria que habían obtenido.


La acción realizada por El Sistema fue secundada por los sobrevivientes, quienes tras emitir gritos de júbilo se percataron de la magnitud del golpe que habían asestado, estaban en la cúspide de la cadena alimenticia,  García y Los Jinetes del Apocalipsis eran prácticamente invencibles, con ellos a su lado, era seguro que nada los detendría, sólo era cuestión de tiempo para que todo el país se rindiera a sus pies.


Esta acción se repitió en la mayor parte del territorio nacional, sólo en algunos puntos el Ejército y la policía logró replegar la ofensiva realizada por El Bloque, tras las primeras horas de batalla, García tenía la ventaja.    


En los días siguientes, se replicaron los enfrentamientos y a cada momento se tornaba aún más difícil desarrollar actividades en el exterior de los domicilios, los patrullajes que realizaba El Bloque mantenían sometida a la población, y a pesar de los esfuerzos realizados, las fuerzas federales contabilizaban más pérdidas que ganancias.


El temor entre la gente se acrecentaba, cientos de ciudadanos se unieron en la lucha por convicción propia, pero al ser inexpertos en el uso de armas inevitablemente sucumbieron ante el poder del enemigo, paulatinamente el mensaje nacionalista que había emitido el Presidente de México perdía fuerza, y con él se esfumaba la esperanza de obtener la victoria.


Fiel a sus convicciones, Félix López Calderas convocó a un mitin en la plancha del Zócalo, tenía que dar cabal cumplimento a lo prometido y en un acto masivo se uniría a la guerra, por primera ocasión en  la historia, el presidente de la nación comandaría en la batalla a las fuerzas castrenses, con ello pretendía dotar de mayor confianza a su gente, él tampoco tenía instrucción en armas, sin embargo estaba dispuesto a dar su vida por el país.  


Al evento asistieron miles de personas, todos portaban armamento, desde cuchillos de cocina, varillas y piedras, hasta pistolas y rifles de alto poder, esta era la última opción que le quedaba al presidente para conformar un ejército superior al que ostentaba El Sistema.


El evento era televisado en cadena nacional, López Calderas se encontraba ataviado con un uniforme militar, y era escoltado por un gran número de soldados, sabía que en ese sitio era un blanco fácil, pero no tenía más opciones, la plancha del Zócalo era un lugar representativo para la nación, y desde ahí iba a liderar la batalla.


Decenas de helicópteros surcaban el cielo, vehículos militares circundaban la zona, no había tiempo para instalar rejas de protección, no había tiempo para que el Estado Mayor Presidencial efectuara revisiones, era ahora o nunca, de hombre a hombre, López Calderas tenía que solicitar el apoyo de la gente.De forma apresurada, tomó un micrófono y se paró ante los miles de asistentes, para posteriormente, con voz firme y segura, manifestar lo siguiente:


-Hemos contabilizado bajas significativas, pero hoy me encuentro ante ustedes para solicitar su apoyo y solidaridad, para hacer frente al enemigo, como un hijo más de México, estoy aquí, listo para dar la vida si es necesario por recuperar nuestra libertad -.


El mensaje fue interrumpido de forma abrupta luego de que una bala atravesara el cráneo del hombre, de inmediato se desplomó al piso, e inició una estampida humana en el sitio.


Desde lo alto de un edificio cercano una voz robótica exclamó:-¡Deseo cumplido señor presidente!, y de inmediato El Sistema inició un ataque contra los presentes.


De los cuatro puntos cardinales emergieron Los Jinetes del Apocalipsis y completaron la barbarie, ningún militar pudo hacerles frente, los helicópteros cayeron envueltos en llamas tras ser alcanzados por misiles, y todo aquel que presenciaba la transmisión observó aterrorizado el poder devastador de las armaduras.


La señal nunca fue interrumpida, y entre los cuerpos, sangre y fuego, las cámaras pudieron captar el momento justo en el que Carlos García tomó el cuerpo maltrecho de quien fuera el Presidente de México, lentamente empuñó el sable que llevaba en su espalda y de un tajo lo decapitó.     


Posteriormente, avanzó algunos pasos, derribó el asta de la mega bandera instalada en la plancha,  el símbolo nacional inevitablemente cayó a sus pies, y al final clavó la cabeza sobre los restos de metal que aún quedaban en pie.


Con la muerte de López Calderas, la moral del país y de las fuerzas federales se vino abajo, el Golpe de Estado se había consumado y ahora el país le pertenecía al hombre que tan sólo algunos meses atrás había dejado su placa y pistola a los pies de quien entonces consideraba un sirviente del mal, García finalmente había alcanzado la perfección,  ahora era un ser sin moral, sin lealtad, sin valores.


Tras el homicidio del ejecutivo de la nación, El Sistema implantó un toque de queda en todo el territorio nacional, al igual que en Villa de la Purísima Concepción, ahora todo aquel que se encontrara fuera de su domicilio después de las 18:00 horas sería ejecutado, a esto se sumó la restricción de telefonía e Internet, y los cortes parciales de energía eléctrica.


La mayoría de las ciudades permanecían en penumbras al caer la noche, era el escenario perfecto para que los demonios recorrieran las calles  en busca de víctimas, mantenían el poder a base de miedo, fueron largas jornadas en las que se derramó sangre inocente.   


Policías y militares no pudieron levantarse de la primer derrota ante la ofensiva de El Bloque, a cada hora que pasaba, el grupo rebelde tomaba control de más ciudades y Estados, eran como animales que sólo vivían para asesinar, para ellos no existía el descanso, lo único que les importaba era dominar por completo a México.


Ante el panorama sólo me quedaba una opción, tenía que acelerar lo inevitable, en reiteradas ocasiones traté de terminar con mi vida atándome una soga al cuello, pero al final siempre reculé, carecía del valor para hacerlo, a nadie le importaría que muriera, sería sólo un cuerpo más, nadie sabía que existía, Carlos García había acabado con todo lo que tenía, y para él desde hacía mucho tiempo atrás había muerto, El Juez era tan sólo una leyenda urbana.


El 1 de octubre de 2010, me dispuse a tener la mejor de las comidas, había tomado la decisión de que, al caer la noche, saldría de esa vieja casa de interés social abandonada donde me ocultaba desde que perdí la batalla, sabía que al caminar por la calle sería encontrado por El Bloque y los sirvientes de García simplemente darían cabal cumplimiento a lo que por varios meses había intentado sin éxito.


Abrí una lata de frijoles, luego encendí una pequeña fogata con trozos de tela y madera que había recolectado días atrás, sobre los ladrillos que concentraban el fuego, puse un trozo de lámina y comencé a calentar el alimento.


Se trataba de la última comida que tendría, era una ocasión especial, así que saqué un bolillo duro que guardaba dentro de una bolsa de plástico, y una botella en la que vertí restos de varios refrescos que había encontrado a mi paso.


Lentamente degusté el manjar, trataba de pensar que el líquido que guardaba en la botella se trataba de un buen vino, no podía esperar más para reunirme con mi familia, sabía que ellos me observaban desde donde estaban, era sólo cuestión de tiempo para  culminar mi paso por este mundo, había llegado el momento de rendir tributo a la tierra que me vio nacer.  


Con el último bocado cayó la noche, apagué aquella fogata que iluminaba la construcción, y luego, apoyado con una piedra grabé en uno de los muros la siguiente leyenda:


-Aquí yace Alejo Garza, un hombre que intentó cambiar el rumbo de país, pero sólo logró destruirlo-.


El mensaje, representaba mi epitafio, y esa construcción sería la última morada de El Juez. 


Tras arrepentirme de todo aquello que había realizado, tal vez  para estar en paz con el creador, salí a la calle y caminé por espacio de 15 minutos, a lo lejos pude observar varias camionetas que circulaban en convoy, la muerte me asechaba y estaba listo para postrarme a sus pies, sólo quería tomarla de la mano y dejarme llevar.


Apresuré el paso, y fui a su encuentro, al doblar en una esquina observé el momento justo en el que una pelota salió botando por una ventana, acto seguido se abrió la puerta del inmueble y un menor fue a su encuentro corriendo, no aparentaba contar con más de seis años, sólo quería recuperar su juguete.


Detrás del pequeño salió una mujer, quien fue secundada por dos infantes más, ellos se mostraban asustados por los gritos que emitía su madre.-¡Miguel ven acá!, ¡deja esa pelota! -, clamó la mujer.


El pequeño hizo caso omiso a la  orden, y tras dar algunos pasos más logró su cometido.  


Cuando se aprestaba a dar la vuelta, fue interceptado por su madre, los dos menores que la seguían de forma inmediata se abrazaron a sus pies.-¡Regresen a la casa!, ¡corran!-, dijo.


Los niños no entendían qué era lo que pasaba, se quedaron paralizados por el miedo y envueltos en llanto fueron iluminados por los vehículos en los que se transportaba la gente de El Bloque. -¡Hay toque de queda perra!, no hiciste caso a la orden del comandante García, ¡la pena es la muerte!-, dijo uno de los hombres.


-¡Clemencia!, mis hijos no entienden lo que pasa, se les fue la pelota por la ventana, ¡sólo salimos por la pelota!-, dijo la mujer.-¡Cállate pendeja!-, respondió el presunto soldado, al tiempo en que le propinaba un golpe certero en el rostro, inevitablemente la mujer cayó al piso y el agresor apuntó el rifle que llevaba en su contra.


Al ver la escena, sentí como la adrenalina recorrió a gran velocidad mi cuerpo, y sin pensarlo dos veces me abalancé en su contra.


Antes de que el hombre lograra apretar el gatillo logré derribarlo por la espalda, el rifle se accionó pero no hizo blanco en la víctima, posteriormente ambos comenzamos un forcejeo en el piso y grité:-¡Corran!, ¡ocúltense en la casa!-.


En una fracción de segundo, la mujer se incorporó, y como pudo, tomó a sus hijos e ingresó al domicilio, recuerdo que sólo logré escuchar como giraba los candados de forma presurosa, y posteriormente continué la batalla.       


A pesar de que me encontraba en el escenario perfecto para que ser ejecutado, ahora, y por extraño que parezca, me negaba a tener ese final, no podía morir en ese instante, sabía que al caer muerto los hombres irían en busca de la mujer y los niños, ya se había derramado demasiada sangre inocente y ellos nada tenía que ver en esta guerra.


Los gritos de la mujer y la pelea, alertaron a vecinos de la zona, al igual que al resto de los asesinos, quienes permanecían a bordo de los vehículos, por esta razón era preciso realizar un movimiento rápido y certero, tenía que acabar con el enemigo.


Manteníamos una cerrada lucha por el control del arma, de reojo pude observar el instante en el que los rebeldes bajaban de sus vehículos a toda prisa, así que le asesté un fuerte cabezazo en el rostro al agresor, quien de inmediato quedó aturdido, acto seguido y recordando el encierro en el penal, abrí la boca y cual perro rabioso le cercené la yugular, el hombre soltó el arma antes de emitir un grito de dolor, mismo que fue interrumpido de forma abrupta luego de que accionara el rifle en su contra.


Apenas pude ponerme en pie cuando sus acompañantes iniciaron el ataque en mi contra, logré ocultarme detrás de una camioneta que permanecía sobre ladrillos, estaba prácticamente desmantelada, yo sabía que en cuestión de minutos el grupo iba a acribillarme, pero moriría peleando, no permitiría que acabaran con otra familia.


Di respuesta a la agresión con lo que tenía a la mano, bajo mi rifle perdieron la vida al menos cuatro integrantes de El Bloque, pero inevitablemente me quedé sin balas. 


La unidad retumbaba ante los impactos que recibía y no había forma de que pudiera escapar corriendo, una granada sobre el cofre logró ponerme al descubierto, el estallido nubló mi vista y prácticamente me dejó sordo, volteé hacia el punto donde se encontraban aquellos que se autonombraban soldados, y cuando creía que había llegado mi final, desde las azoteas de inmuebles cercanos inició una ofensiva.


Decenas de vecinos armados con pistolas y rifles me brindaron cobertura, y a la par de esta acción se abrió la puerta del inmueble donde se ocultaba  la  mujer y los niños.


Ante el ataque El Bloque se dispersó e inició una contraofensiva, sin embargo logré aprovechar el instante y corrí lo más rápido que pude hasta encontrarme dentro de la vivienda.


Parada cerca de una sala maltrecha, la mujer sostenía un rifle de alto poder y varios cargadores, luego extendió los brazos y antes de entregármelos manifestó lo siguiente:


-Mi esposo fue asesinado por esos desgraciados, él confió en el presidente y salió a las calles a combatirlos pero murió en el intento, sólo trataba de defender mi vida y la de mis hijos, tú nos has devuelto la esperanza, te enfrentaste a ellos solo, y ahora te acompañaremos hasta la muerte, no queremos seguir viviendo con miedo, toma el rifle y acabemos con ellos -.Sorprendido por la acción, sólo atiné a responder.


-No salgas de la casa, los niños te necesitan-.  -Lo sé, aún tengo un arma, si fallamos en el intento y esos hombres entran aquí, moriré como  ustedes, peleando-, indicó.


Las palabras de la mujer me hicieron recobrar el valor que había perdido, tenía que redireccionar el curso, los carteles de la droga habían sido sólo el comienzo, pero ahora nos enfrentábamos a algo más fuerte, en esta ocasión no necesitaba una armadura, éramos hombres y mujeres luchando por nuestra libertad.


Tomé el rifle y de forma rápida lo cargué con balas, luego deposité el parque restante entre mis ropas y salí de nueva cuenta a hacerle frente al mal, la lucha ya no era entre El Juez y los cárteles, ahora todos peleábamos por México.


Lanzando granadas contra los domicilios,  El Bloque logró causar bajas significativas en los hombres y mujeres que les hacían frente, tenía que igualar las condiciones de batalla si quería que resultáramos vencedores, así que me abrí paso accionado el rifle en contra de todo aquel rebelde que se encontraba a mi paso.


Como ave carroñera, arrastraba los cadáveres hasta unidades estacionadas en la zona, para posteriormente despojarlos de armas, municiones y granadas.  


Tras los primeros estallidos contra sus unidades, El Bloque solicitó apoyo de los mandos superiores y de inmediato se unieron a la batalla decenas de hombres, con mayor armamento, y vehículos blindados, a pesar de que sabían que no podríamos lograrlo, ninguno de los habitantes abandonó su puesto de batalla, tenían la firme convicción de vivir como hombres y mujeres libres, o morir combatiendo al monstruo de acero que nos acechaba.


La batalla se recrudecía, y las balas escaseaban, algunos que se habían quedado sin parque improvisaban bombas caseras o atacaban con piedras al enemigo, era una situación poética, y tal parecía que en el ocaso de mi vida y tras varios intentos, por fin había descubierto el motivo por el que no había muerto aún, Carlos García tenía que ser eliminado, el poder le pertenecía a la gente.


Paulatinamente el grupo de agresores comenzó la avanzada, no pudimos contrarrestarlos, estábamos concientes de lo que ocurriría pero no cesamos en el intento por hacerles frente.       


Dicen que en toda historia se cumplen ciclos y regularmente al escribir dentro del libro al que todos llamamos vida, inconcientemente escenificamos batallas que ya han sido libradas, en esa colonia, peleando hombro a hombro con los ciudadanos, no dejaba de pensar en aquellas culturas ancestrales que sucumbieron ante la llegada del hombre blanco,  sus armas y enfermedades.


Ahora nos encontrábamos ante un panorama similar, el enemigo nos superaba en armamento, y la peste tenía un nombre, poder, sin embargo era tiempo de escribir una nueva historia, una leyenda que trascendería las generaciones, en esta ocasión no seríamos conquistados, no caeríamos rendidos ante el enemigo, estábamos ante el despertar de la nación y defenderíamos nuestra tierra en el campo de batalla.


El Bloque no detenía su avanzada, y cuando se aprestaban a iniciar una ofensiva final, un estruendo, seguido de varios estallidos de gran magnitud que lograron destruir varias tanquetas que manipulaban los agresores, captó atención de todos los presentes.


Al menos tres jets surcaron el cielo, y de entre el fuego y polvo emergió un amplio grupo de soldados del Ejército Mexicano, al frente del grupo se encontraba un hombre que portaba una careta de acero con la que ocultaba su rostro.  


Tras emitir un grito, los soldados se unieron a la batalla, ahora la cancha estaba pareja.    


A penas pude reconocer al jefe del grupo de soldados, se trataba de Santiago Lozano, quien de forma inmediata comenzó la ofensiva.  


Mientras avanzaban, Lozano y su gente dotaron de armamento al grupo de vecinos que enfrentaba a El Bloque, el jefe castrense era ágil a pesar de que aún mostraba visibles huellas de la batalla que había tenido con El Sistema, su prótesis mecánica en el brazo funcionaba a la perfección y el resentimiento que guardaba ahora era el motor de su vida. 


Inspirado por la muestra de valor del soldado, me incorporé al grupo de militares que se abría paso entre los escombros, estaba al frente de la zona de guerra, cuando busqué resguardo detrás de un muro para recargar municiones.


A la par de esta acción, Lozano accionaba su rifle desde el extremo contrario, sin embargo le resultaba extraña la actitud que mostraba aquél hombre de barba larga que vestía harapos, los movimiento que realizaba esa persona le resultaban familiares, los había observado en otras ocasiones, ese hombre no mostraba temor alguno, y a toda costa trataba de llegar hasta el mismo sitio donde se encontraban los agresores.


Por un segundo, el jefe militar detuvo su ataque y observó fijamente hacía el punto donde me encontraba, corté cartucho y justo cuando me disponía a reiniciar la ofensiva cruzamos miradas, el fuego que emanaba de casas y vehículos incendiados, generó un extraño destello en mis ojos,  al verlo, Lozano se quedó pasmado y exclamó:


-¡El rudo!, no puede ser, ¡está vivo!, ese cabrón no logró acabarlo-.


Tras la distracción momentánea, el militar puso en operación las tanquetas con que contaba, y los soldados atacaron sin piedad, minutos después, El Bloque se replegó y al verse perdidos, los pocos sobrevivientes optaron por escapar.


Entre la destrucción, había renacido la esperanza y el valor de un pueblo sometido, pero aún no se lograba nada, era claro que El Sistema y las armaduras no se quedarían con los brazos cruzados, el poder de batalla con el que contaba El Bloque no tenía punto de comparación con García y sus hombres.


Mientras los militares aseguraban el perímetro, Lozano se acercó hasta el sitio donde me encontraba, y me dijo con voz firme:-Gran valor amigo, esta gente cuenta con lo necesario-.


-Tenemos que sacar a todas las personas de aquí inmediatamente, sólo es cuestión de tiempo para que Carlos García se entere de lo que ocurrió y trate de tomar venganza, con las armaduras nos aniquilará de inmediato-, respondí.-Estás bien informado, ¿cuál  es tu nombre?-, preguntó.-Eso no importa, es prioritario que la gente esté en un lugar seguro, es probable que no sólo quieran atacar esta colonia, puede que se registren atentados en otros puntos de Villa de la Purísima Concepción-, respondí.


-Lo que dices es cierto, García es predecible, ya tenía contemplado dar la orden de evacuar a las personas a un sitio seguro,  desde hace tiempo realizamos patrullajes en la ciudad, sin embargo nos mantenemos ocultos para evitar ser blanco de ataques, ¿sabes?, tú me recuerdas a alguien que sería de gran utilidad en estos momentos-, comentó.-No sé a qué te refieres-, respondí.


-Puede que sean sólo ideas amigo, pero si ves a esa persona que necesitamos dile que  al acero se le combate con acero, dile que nadie podrá someternos, ni siquiera García y esas armaduras, todos somos hijos de la nación, todos luchamos por la libertad y necesitamos el apoyo de aquél que conoce el mal desde sus entrañas, México necesita de ese soldado que desafió al narcotráfico, en este momento, todos necesitamos a El Juez-, concluyó, y tras darme una palmada en el hombro puso en marcha la evacuación. 


Datos del autor: Alfredo Pantoja
Twitter: @alfredopantoja9


Próxima entrega de "El Juez, la rebelión del sistema"... Viernes 28 de noviembre

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